Una pareja pobre viajaba a Belén de Judea para el censo exigido por el emperador. Al no encontrar alojamiento en la ciudad, se dirigieron a un establo situado en una cueva.
Cuando ella estaba a punto de dar a luz, el marido hizo un pesebre con un comedero para cobijar al niño que acababa de nacer. Este Niño era el Hijo de Dios, Jesucristo, y su Madre, María Santísima, Nuestra Señora de Belén.
En recuerdo de este acontecimiento, el emperador Constantino, recién convertido al cristianismo, mandó construir en el año 330 un santuario dedicado a María en la gruta de la Natividad de Nuestro Señor.
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