Del sitio Catholic.net:
Visitado desde hace quince siglos por Papas, santos, nobles y
millares de peregrinos, el santuario italiano de Castel Sant´Elia
(Roma), acoge bajo esta advocación a todos quienes buscan a Dios en la
penitencia, el silencio y la oración
Este santuario dedicado a María tiene una larguísima historia, que se
remonta al siglo V. Efectivamente, en las rutas excavadas en las rocas
del Valle Suppentonia, vivieron primero numerosos anacoretas, a los
cuales sucedieron después los monjes benedictinos. Estos hombres, para
corroborar su fe y su piedad, visitaban frecuentemente una gruta, en la
cual había una imagen de la Virgen. Entre estas santas personas podemos
recordar a los abades Anastasio y Nonnoso.
Otros santos, en los siglos siguientes, se acercaron allí en
peregrinación afrontando a veces viajes largos y fatigosos. Los más
conocidos entre ellos son San Benito, José Labre, San Leonardo de Puerto
Mauricio, San Odón, abad de Cluny, y San Pablo de la Cruz, fundador de
los Pasionistas. Estos ejemplos nos hacen comprender bien cómo los
santuarios marianos son lugares hacia los que el hombre se siente
atraído, porque allí experimenta una particular presencia de Dios y
puede reforzar los propósitos de vivir a fondo la vida cristiana.
Tras un período de abandono, el santuario de María Santísima "ad Rupes"
recobró nuevo esplendor gracias a la obra del humilde eremita fray
Giuseppe Andrea Rodio, que lo embelleció, y excavó en la roca una
escalera de 144 peldaños, para facilitar el acceso de los fieles
deseosos de permanecer en oración ante la dulcísima imagen de la Virgen.
La pintura, que quizá retoma en un fresco precedente impreso sobre las
paredes tobosas, representa a la Virgen la cual, con las manos unidas y
la vista hacia abajo, mirando al Niño dormido en sus rodillas, lo
contempla, rezando por todos los que imploran su intercesión.
El santuario de la Virgen de las Rocas, gracias a la presencia, en el
pasado, de los padres franciscanos, y hoy de los religiosos de San
Miguel Arcángel, vive una nueva estación como centro de plegaria y
espiritualidad para todos los que buscan a Dios en el silencio y en la
penitencia tratando, mediante la Santa Virgen, de escucharlo y
encontrarlo en lo profundo del corazón, para obtener nuevas energías en
el cumplimiento de sus deberes.
El domingo 1º de mayo de 1988 el S. Padre Juan Pablo II visitó el
Santuario. En un discurso a la población de la cercana ciudad de Nepi
dijo a este respecto:
"María, Madre de Dios y de los hombres, ha diseminado sus santuarios
por todos los rincones del mundo, como testimonio visible de su
voluntad de permanecer siempre junto a cada uno de nosotros, atenta en
todo momento a nuestras necesidades, dispuesta a socorrernos. Los hijos
consideran el santuario mariano como su propia casa, porque es la casa
de la Madre, y se ponen en marcha incluso desde lugares distantes para
ir a visitarla. En este período, con la "Peregrinatio", ha sido Ella
quien se ha puesto en movimiento, como hizo ya durante su vida terrena,
para devolver la visita, para subrayar que también Ella considera la
casa de cada uno de sus hijos como su propia casa.
Aquí radica el significado profundo de vuestra consagración mariana.
Dichosas las familias que reciben la visita de la Madre de Dios.
Dichosos los que hacen de su propia casa una residencia estable de
María. Bendita entre todas las mujeres, colmada de la plenitud de la
gracia divina, María no llega nunca con las manos vacías; viene a traer a
Jesús: el regalo más grande. Viene a asegurar la comunión con el Padre
celestial, fuente de todo bien, a moldear en el corazón de los hijos la
docilidad al Espíritu Santo, a desarrollar el sentido del amor auténtico
y del respeto recíproco, a dar fuerza, serenidad y paz en el seno de
las familias, a crear una sociedad de hermanos, a infundir valor a los
enfermos, confianza a los jóvenes, a dar a los pecadores el perdón."
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