21 de octubre de 2024

Nuestra Señora del Encuentro

Del sitio Reinado de María:

Decía el P. Rodrigo Molina: "María es la guía para Dios. Tener una Madre Inmaculada es un tesoro nunca lo bastante alabado. Ponte bajo la dirección de María: el camino que Ella te señale es un camino recto y seguro para el encuentro con Dios".

La imagen de María en su advocación de Nuestra Señora del Encuentro con Dios tomó rostro visible, cuando en abril de 1994 un matrimonio español de Villanueva de los Infantes, D. Loreto Rodríguez (q.e.p.d.) y D.ª Paquita Sánchez Remiro, ofreció al P. Molina un pequeño recordatorio de la Virgen María con el Niño en sus brazos, que el párroco de su pueblo, D. Luis Gallego, había entronizado en su parroquia, porque pensaba en Santa María como mediadora eficaz en ese momento último de la vida y así quería inculcarlo a sus feligreses. Aunque aún no se decidía por el nombre para esa imagen. Deliberando con este piadoso matrimonio, D. Loreto propuso el nombre de Encuentro: Nuestra Señora del Encuentro.

D. Loreto y D.ª Paquita ofrecen al P. Molina la nueva imagen. La coincidencia en el nombre y en la idea de la mediación, hacen que el P. Molina, como quien se encuentra con la Señora y Dueña de su corazón, cayera rendido a sus pies y aceptara esta generosa oferta. 

Enseguida un artista plasma el retrato en óleo, partiendo del azulejo primitivo, de acuerdo a las indicaciones que sugiere el mismo P. Molina. 

A "Nuestra Señora del Encuentro", el Padre Molina añade "con Dios". Y la noción de una intercesión circunscrita al momento de la muerte, queda enriquecida con la consoladora comprensión de una mediación materna y universal de todas las gracias. Realmente la mediación es la primera función de María como Madre. 

El P. Rodrigo Molina dejó a Nuestra Señora del Encuentro con Dios como Madre y Patrona de todas sus obras y empresas apostólicas y es patrona del Reinado de María. Su celebración se une a la de Nuestra Señora la Virgen del Rosario, el 7 de octubre.

Consagrarse a Santa María es una ratificación voluntaria de las promesas bautismales, un acto de confianza y una voluntad de reparación del pecado. No es la mera recitación de una fórmula, ni sentir gran consolación al decirla.

Varios santos, impulsados por el Espíritu Santo, se han consagrado a la Virgen María con variadas fórmulas o modalidades, pero en definitiva con el deseo de pertenecer a la Virgen María. San Ildefonso de Toledo que se autoproclamó "el esclavo de la Esclava del Señor", San Juan Eudes, San Teófano Vénard (al que le profesaba intensa devoción Santa Teresita), San Maximiliano María Kolbe, San Juan Pablo II, Santa Teresa de Calcuta. 

San Luis María Grignion de Monfort es el estandarte supremo de esta consagración a la Virgen María. De modo más preciso: "la perfecta consagración a Jesús por María" (VD 119. 120). Es una ratificación voluntaria de los votos bautismales, un acto de confianza y una voluntad de reparación del pecado. Afirmó: La devoción más perfecta es la que nos une más a Jesús: "Como quiera que toda nuestra perfección consiste en el ser conformes, unidos y consagrados a Jesucristo, la más perfecta de las devociones es, sin duda alguna, la que nos conforma, nos une y nos consagra lo más perfectamente posible a Jesucristo. Ahora bien, siendo María, de todas las criaturas, la más conforme a Jesucristo, se sigue que, de todas las devociones, la que más consagra y conforma un alma a Jesucristo es la devoción a María, su Santísima Madre, y que cuanto más consagrada esté un alma a la Santísima Virgen, tanto más lo estará a Jesucristo (VD 120)"

El P. Molina enseñaba: "Mediante la consagración yo paso a ser obra, posesión y propiedad de Santa María a la manera que un hijo es obra, posesión y propiedad de su madre. Al emitir yo mi CONSAGRACIÓN MARIANA quito todos los obstáculos que se oponen a que Ella pueda realizar en mí toda la capacidad, que tiene dada por Dios, para engendrarme como engendró a mi cabeza: Cristo, y a que yo quede hecho automáticamente posesión, propiedad de Ella tan plena como un hijo es posesión, propiedad plena de su madre, para que Ella haga en mí según su Voluntad, en mi alma y en mi cuerpo; en mi vida y en mi muerte, en mi eternidad."

 Consagración a Nuestra Señora del Encuentro con Dios
 
¡Oh Bendita Madre de Dios y tierna Madre mía! 
A Ti me dirijo, Virgen de Corazón Inmaculado,
 Nuestra Señora que nos lleva al Encuentro con Dios. 
Eres a la vez Poderosa Señora y Madre de los pequeños, 
olvidados y miserables. 
Te confieso Mediadora maternal de todas las gracias, 
Corredentora en el dolor de compasión, 
Madre compasiva de tus hijos desvalidos. 
A Ti Dios quiso confiar toda la economía de la Misericordia, 
donde Tú entras, obtienes la gracia de la conversión y de la santificación.
 
Animado con esta confianza en tan Bondadosa Madre, 
reconociéndome pecador, 
lleno de miseria y necesitado de la gracia y misericordia que Tú posees, 
me postro a tus pies, 
renuevo y ratifico hoy en tus manos las promesas de mi Bautismo; 
renuncio para siempre a Satanás
a sus pompas y obras malignas y libremente me consagro a Ti, 
Nuestra Señora del Encuentro con Dios, 
me consagro a tu Inmaculado Corazón, 
para que tú seas mi Madre amantísima: 
vida, dulzura y esperanza, corazón de mi corazón. 
Sí, Madre, hazme hijo tuyo a tu gusto, 
configúrame según tu Inmaculado Corazón. 
Te proclamo mi Dueña, mi Reina y Señora, 
mi Maestra y Consejera. 
 Serás de modo irrevocable la que me lleve al feliz Encuentro con el Dios de mi vida.
 
Madre, haz que persevere en este amor santo que hoy me has inspirado. 
Necesito perderme y abandonarme confiadamente en Ti, 
sin condiciones e irrevocablemente. 
Y que todo lo haga en Ti, María, Contigo, 
desde Ti, por Ti y para eterna alabanza de la Santísima Trinidad
Dios Uno y Trino a Quien adoro y amo, 
creo en Su Amor, 
y espero en Su Misericordia cantar Contigo 
¡oh María! –para siempre– la alabanza de su Gloria. 
 
Amén.

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