12 de octubre de 2025

El día en el que el sol bailó


Del sitio 1000 razones para creer

Tras el asesinato del rey Carlos I en 1908 y la expulsión de su sucesor Manuel II en 1910, se instauró un régimen republicano profundamente anticlerical, que emprendió violentas persecuciones contra la Iglesia.

El 13 de mayo de 1917, tres pastorcillos, Lucia dos Santos (de diez años), Francisco Marto (de nueve) y su hermana Jacinta (de siete), contaron a sus padres que habían visto a la Virgen María encima de una pequeña encina en la Cova da Iria, añadiendo que había prometido volver el día 13 de los cinco meses siguientes. Después de la aparición del 13 de julio, los tres pequeños videntes anunciaron que la Santísima Virgen realizaría un milagro el 13 de octubre a mediodía, en el mismo lugar, y que todo el mundo podría verlo. Lo confirmaron después de las apariciones del 19 de agosto y del 13 de septiembre.

Desde la víspera del 13 de octubre, 70.000 personas de todas las clases sociales, creyentes y no creyentes, se concentraron en Cova de Iria. Entre ellos había periodistas y un fotógrafo. Muchos habían acudido, absolutamente convencidos de que no pasaría nada, pero con curiosidad por ver cómo acababa el engaño. Fue una asistencia récord en la historia de las apariciones, y tanto más excepcional cuanto que, en aquella época, los medios de comunicación y de transporte estaban mucho menos desarrollados que hoy.

Desde primera hora de la mañana, el cielo ha estado encapotado y ha llovido sin cesar. Todo el mundo estaba empapado hasta los huesos. Hacia la una de la tarde, como no había pasado nada, la curiosidad empezó a decaer y los anticlericales pusieron el grito en el cielo. Poco después, los pequeños videntes vieron a la Santísima Virgen. Al final de la aparición, Lucía exclamó: "Se va", y luego: "Mira el sol". Era alrededor de las 13.30 hs, lo que corresponde a la hora solar del mediodía, es decir, la hora en que el sol alcanza su punto máximo (la hora legal está adelantada dos horas -Portugal ha adoptado la hora vigente en Europa). Según las declaraciones unánimes de todos los testigos entrevistados, esto es lo que ocurre a continuación.

Deja de llover. Las nubes se separan y el sol comienza a abrirse paso a través de la espesa capa de nubes. El cielo se despeja casi por completo y adquiere un tono gris perla, el sol destaca sobre un cielo perfectamente despejado. Las nubes restantes parecen pasar por detrás del sol sin ocultarlo, dando la impresión de que se ha acercado tanto como las nubes.

El sol adquiere un color similar al de la plata mate, pero más claro y rico, con matices parecidos al oriente de una perla. Parece un disco tallado en nácar, con un contorno muy claro. Cualquiera puede mirarlo sin deslumbrarse. Su luz no hiere los ojos. Parece haberse desvanecido como detrás de un velo. Pero no hay niebla, y el disco de plata no aparece velado ni borroso. A pesar de ello, sigue siendo luminoso y se puede ver todo muy claramente, a diferencia de lo que ocurre durante un eclipse.

Al cabo de unos instantes, el sol comienza a girar sobre sí mismo a una velocidad vertiginosa, proyectando chorros de luz de todos los colores en todas direcciones, como una rueda de fuegos artificiales. En un momento dado, se detiene durante unos instantes y reanuda su danza de luz de forma aún más deslumbrante. Se detiene de nuevo para iniciar por tercera vez su fantástico espectáculo pirotécnico, una proeza que ningún experto en fuegos artificiales habría podido imaginar.

A lo largo de todo el fenómeno, todo adquiere sucesivamente los mismos colores que el sol, como si su luz entrara por las vidrieras de una inmensa catedral. El firmamento, las nubes, la tierra, los árboles, las rocas, los rostros, las ropas de los pequeños videntes y de la multitud silenciosa aparecen sucesivamente teñidos de azul, amarillo, rojo, púrpura... Todo tenía el mismo color, miraras por donde miraras. Cuando la luz se vuelve amarilla, la gente tiene un aspecto feo y desgarbado, como si sufriera de ictericia. Esta luz coloreada se extiende perfectamente uniforme hasta el infinito, sobre las encinas, sobre las piedras, sobre todo el paisaje circundante.

De repente, manteniendo su rápida rotación, el sol parece desprenderse del cielo y, como una rueda de fuego, zigzaguea hacia la tierra, desprendiendo un fuerte calor, como si fuera a caer sobre la multitud y aplastarla. Un grito de espanto salió de todos los pechos. Finalmente, tras bailar y agitarse durante unos instantes, el sol volvió a ocupar su lugar en el cielo. El fenómeno duró diez minutos.

 Todos los testigos describieron el fenómeno exactamente de la misma manera, y fue imposible encontrar una sola persona que afirmara no haber visto nada. El fenómeno también fue visto por muchas personas en un radio de unos cuarenta kilómetros alrededor de Fátima, en particular por los habitantes del pueblo de Albiturel, a unos diez kilómetros, así como por el poeta Alfonso López Vieira, que se encontraba en su residencia de São Pedro de Muel, a orillas del océano, a cuarenta kilómetros de distancia. En los días siguientes, numerosos periódicos se hicieron eco del suceso.

Otro hecho sorprendente: después del baile del sol, ¡todos los testigos notaron que sus ropas estaban secas!

Hasta ahora no se ha encontrado ninguna explicación natural. Es más, el fenómeno es único en la historia. Nunca había ocurrido antes y nunca ha vuelto a repetirse.

Así que no hay explicación natural para esta danza del sol. ¿Cómo pudieron tres pastores incultos predecir con tres meses de antelación el lugar, la fecha y la hora de semejante fenómeno, que no sólo es único en la historia, sino que desafía las leyes de la naturaleza? Algunos han sugerido que el fenómeno se debió a "espíritus" que avisaron a los niños. Pero, ¿por qué "espíritus" y con qué propósito? La única explicación real es que una persona celestial, dotada de un poder considerable, avisó a los niños y, el día en cuestión, desencadenó el fenómeno. Esta persona era la Santísima Virgen, que autentificó su llegada mediante un milagro extraordinario. Ninguna aparición ha sido jamás autentificada de forma tan extraordinaria. Este milagro excepcional no es sólo la prueba irrefutable de la intervención divina, sino también un signo de la importancia del mensaje transmitido por Nuestra Señora: Dios quiere instaurar en todo el mundo la devoción al Corazón Inmaculado de María.

Yves de Lassus
coordinador del sitio web Cap Fatima


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