Cuando se aprobaba la orden franciscana, San Francisco de Asís leía a sus hermanos un capítulo de la Sagrada Escritura, junto con un pasaje del Libro de Reglas, que era un manual de vida franciscana.
Tan arraigada estaba esta costumbre que los hermanos se acostumbraron a decir "Vamos al capítulo" en algún momento de la reunión. La tradición hizo que éste fuera el nombre que se daba a las asambleas y otras congregaciones religiosas.
Algún tiempo después, éste se convirtió también en uno de los nombres de María.
Fue a principios del siglo XIII cuando los franciscanos se establecieron en Portugal y, con la ayuda de D. Afonso II, construyeron un convento para la orden. Colocaron una imagen de Nuestra Señora con el Niño Jesús en el brazo derecho. La sala fue conocida como sala capitular.
A uno de los novicios de la orden, su tutor le impuso la penitencia de permanecer ante la imagen de Nuestra Señora hasta que la Virgen le dijera qué oración le gustaba más. El joven novicio tuvo que suplicar a la Virgen una respuesta. Obediente, hizo lo que se le mandaba, permaneciendo todo el día de rodillas ante la Virgen. Al atardecer, el joven quedó sorprendido por la respuesta que le dio la imagen de María: "Anda, querido hijo, dile al guardián que la canción que más me gusta es el himno Gloriosa Domina (que significa Señora Gloriosa). Para que todos crean que voy a cambiar este Niño Jesús mío, que hasta ahora he tenido en el brazo derecho, al izquierdo".
El novicio fue a llevar la respuesta al guardián y todo el convento se alborotó. Todos fueron a la sala capitular para ver si era verdad lo que la novicia había dicho de la Virgen. Cuando vieron al Niño Jesús en el brazo izquierdo de la Virgen, creyeron. Y desde aquel día, todos los sábados, después de la oración de la tarde, todos en la Orden, con velas encendidas, se dirigen a la Sala Capitular para cantar el himno Gloriosa Domina.
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