Quienes saben leer los signos de los astros, han reconocido en los brazos de la Virgen al Creador de los hombres; y en los rasgos de quien tomó condición de esclava, adoraron a su Maestro.
Ellos, con gran entusiasmo, la honran con sus regalos cantando a la Toda Bendita:
Salve, oh Madre del sol sin ocaso;
salve, aurora del místico día.
Salve, tú apagas hogueras de errores;
salve, Dios Trino al creyente revelas.
Salve, del trono derribas al tirano enemigo;
salve, nos muestras a Cristo Señor y amigo.
Salve; nos has liberado de bárbaros ritos;
salve, nos has redimido de acciones malignas.
Salve, destruyes el culto del fuego pagano;
salve, extingues las llamas del vicio.
Salve, camino a la santa templanza;
salve, alegría de todas las generaciones
¡Salve, virgen y esposa!
Los Magos regresaron a Babilonia como testigos, portadores de Dios. Allá anunciaron la Buena Nueva y cumplieron la Escritura al proclamarte ante todos como el Mesías. Herodes se quedó solo, preso de su estupidez, incapaz de sumarse a alabanza: ¡aleluya, aleluya, aleluya!
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