Refiere el Discípulo (sobrenombre de Juan Herolt) que un pobre pecador, de haber cometido toda suerte de crímenes hasta llegar a matar a su padre y a un hermano, como es natural, andaba fugitivo.
Este hombre, un día de cuaresma, oyendo a un predicador hablar sobre la divina misericordia, fue a confesarse con él. El confesor, oyendo tan grandes pecados, después de absolverlo lo mandó ante el altar de la Virgen Dolorosa para que rezara ante ella la penitencia.
Fue el pecador y comenzó a rezar, cayendo muerto de repente. Al día siguiente, recomendando el sacerdote al pueblo aquella alma, se vio volar por la iglesia una blanca paloma de la que se desprendió, ante los pies del sacerdote, un papel que decía: Su alma, apenas salir del cuerpo, ha entrado en el paraíso; y tú, sigue predicando la infinita misericordia de Dios.
ORACIÓN PIDIENDO EL AMOR DE DIOS
Virgen Dolorosa,
alma grande en las virtudes
y grande en los dolores,
enséñame a sufrir contigo,
imitando tu entrega y fortaleza
que nacen del gran incendio de amor
que tienes a Dios, pues tu corazón
no sabe amar más que a él.
Madre mía, ten compasión de mí
que no he amado a Dios
y que tanto le he ofendido.
Tus dolores me dan gran confianza
de conseguir el perdón.
Pero con esto no basta,
quiero amar a mi Señor.
¿Y quién mejor que tú, Madre del amor hermoso,
me lo puede alcanzar?
María, tú que consuelas a todos,
consuélame también a mí.
Amén.
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