23 de junio de 2023

Nuestra Señora y la Eucaristía

Del sitio Cofradía del Rosario:

Afirma San Juan Pablo II: la Maternidad espiritual de María "ha sido comprendida y vivida particularmente por el pueblo cristiano en el sagrado Banquete -celebración litúrgica del misterio de la Redención-, en el cual Cristo, su verdadero cuerpo nacido de María Virgen, se hace presente. Con razón la piedad del pueblo cristiano ha visto siempre un profundo vínculo entre la devoción a la Santísima Virgen y el culto a la Eucaristía... María guía a los fieles a la Eucaristía" (R.M.44). María nos atrae irresistiblemente hacia la Eucaristía.

 María nos atrae a la Eucaristía, Sacrificio incruento del cuerpo y de la sangre de Cristo, formados al calor de su corazón por obra del Espíritu Santo. Nos atrae a la Eucaristía, comunión en Cristo, porque Cristo está privilegiadamente en Ella y Ella en Cristo. Nos atrae a la Eucaristía-tabernáculo porque Ella es custodia viviente excepcionalmente enriquecida por la gracia redentora, y la mejor adoradora de la Presencia Real de Cristo. 

María es la Madre de Dios. Madre-Virgen por obra del Espíritu Santo. Es, por lo tanto, portadora de la Presencia Real del Cuerpo, de la Sangre, del Alma y de la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo. Es Sagrario viviente. 

María es Madre de los redimidos. ¡Madre nuestra!: no ceses de conducirnos al encuentro de Cristo-Eucaristía, renovación incruenta del Sacrificio del Calvarios. No ceses de ofrecernos el Cuerpo y la Sangre de Cristo porque somos peregrinos hambrientos y sedientos del Pan verdadero y de la Bebida verdadera. No ceses de atraernos como adoradores a los pies del Tabernáculo. 

María es la Madre al pie de la Cruz. Testigo excepcional del sacrificio de Cristo, contenido del Sacrifico incruento de la Santa Misa. Ella nos conduce a la Eucaristía porque está asociada al sacrificio redentor con su corazón traspasado por la espada de dolor, y testifica el cumplimiento del amor que Cristo nos tiene "hasta el extremo". María -afirma el Siervo de Dios Juan Pablo II- es "testigo particularmente sensible de ese amor que encuentra su expresión sacramental precisamente en la Eucaristía" (Polonia, 08, 06, 87). 

María nos conduce a la Eucaristía en la Iglesia. "La Virgen Santísima -nos enseña el Concilio- por el don y la prerrogativa de la maternidad divina, que la une con el Hijo Redentor, y por sus gracias y dones singulares, está íntimamente unida con la Iglesia"(LG. 63), con esta Iglesia que vive centrada en la Eucaristía. 

La Virgen María está especialmente asociada a la Eucaristía en la Iglesia y nos conduce al centro de su misterio. La Iglesia vive y se alimenta de la Eucaristía, y la Virgen Madre nos orienta hacia la Eucaristía, nuestra vida y alimento. Si queremos vivir en el corazón de la Iglesia, hemos de vivir centrados en la Eucaristía. 

 La Virgen María está presente en el Cenáculo el día de Pentecostés, "momento del nacimiento de la Iglesia -nos dice San Juan Pablo II- de esta Iglesia que constantemente vive de la Eucaristía: El que me come vivirá por mi (Jo.6,57)" (Polonia ut s.).

 El desvelo de María en Caná de Galilea es signo de su solicitud maternal para que no nos falte la celebración de la Santa Misa, para que nos podamos alimentar del Cuerpo y de la Sangre de su Hijo y para que se prolongue la Presencia real de Cristo en el Sagrario. 

La Virgen María no cesa de interceder ante su Hijo por las necesidades de la Iglesia peregrina. Le pedimos que no falten vocaciones sacerdotales porque necesitamos sacerdotes santos que renueven el Sacrificio del Calvario, que nos inviten al banquete del Cuerpo y la Sangre de Cristo y que cuiden del Sagrario y de la adoración eucarística. 

En conclusión: Lo mismo que Dios para hacerse hombre quiso contar con la Virgen María, quiso contar con su Madre para ofrecernos el don de la Eucaristía. Ella, como Madre solícita nos atrae irresistiblemente hacia la Eucaristía Sacrificio, Comunión y Tabernáculo. Ella nos pide que vivamos centrados en la Eucaristía porque la mejor manera de penetrar los sentimientos del Corazón de Cristo en la Eucaristía, es vivir en comunión con los sentimientos del Corazón de María.

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