16 de junio de 2023

Nuestra Señora Pacquiao del Castello de Somma Vesuviana

Del blog Il Mediano:

En 1622, el padre Don Carlo Carafa, teniendo el deseo de retirarse en soledad durante algún tiempo en un lugar solitario y alejado de las actividades humanas, para dedicarse serenamente a la contemplación de las cosas celestiales, y teniendo además no lejos de Somma una finca de su propiedad entre el Casale di Brusciano y Somma, eligió el monte Somma, creyéndolo más adecuado para su propósito. No se sabe con exactitud si, al establecerse allí, el religioso construyó una nueva capilla o restauró una antigua y pequeña iglesia dedicada a Santa Lucía y ya existente en el lugar. Uno se inclina a creer más en la segunda hipótesis. 

En este lugar sagrado, Don Carlo colocó una estatua de madera de la Santísima Virgen María que, muy venerada, se reveló milagrosa con el paso del tiempo. El religioso ermitaño permaneció largo tiempo en este lugar solitario y aquí meditó, en absoluto silencio, sobre la regla de la Orden de los Píos Padres Obreros. Llamado, sin embargo, a seguir su Orden religiosa, abandonó la pequeña iglesia a principios de 1631 para ir a fundar otra casa religiosa entre Maddaloni y Caserta. El pequeño santuario fue entregado a un ermitaño para que lo cuidara y atendiera, con la tarea de mantener encendidas las lámparas delante de la venerada imagen de María.  Incluso después de la partida de Don Carlo Carafa, el fervor religioso y el apego de los habitantes de Somma y de las ciudades vecinas a la pequeña iglesia y al culto de la Virgen María de Castello, llamada así por la memoria del venerable arce de Somma, nunca decayeron. Las visitas y peregrinaciones eran frecuentes tanto por la amenidad del lugar como por la gran devoción.

"Así permaneció esta capilla hasta 1631", informa el padre Serafino da Montorio, "cuando, ultrajado por los pecados cometidos en este mundo, nuestro Dios dispuso castigar a este pueblo con la horrible erupción de dicho monte Vesubio". Era el 13 de diciembre de 1631 cuando se recuperó de entre los escombros la única cabeza de la Virgen. Los devotos, regocijados por el hallazgo del rostro de la Virgen, lo enviaron a Nápoles para que un experto escultor tallara el resto del cuerpo. Ocupado en otros asuntos, el negligente escultor abandonó la cabeza en una cómoda. Fue en esta ocasión cuando Nuestra Señora de Castello realizó su primer milagro. La hija del escultor estaba confinada en la cama de su casa, incapacitada y tullida, cuando de repente oyó una voz que salía de la cómoda, llamándola por su nombre y diciéndole: "Ven y ábreme porque no quiero estar más tiempo encerrada". La doncella no pudo, impedida por su enfermedad, que la privaba de movimiento. La voz desconocida, sin embargo, añadió: "Levántate, podrás, pues ya no tienes dolor". La doncella cumplió la orden de la voz y, milagrosamente, se acercó al cofre para abrirlo. De su cabeza salieron estas palabras: "Dile a tu padre que ya me ha retenido mucho tiempo y que no puedo esperar más, pues quiero volver a mi casa, y dile, por tanto, que haga su trabajo". Volviendo a su casa, el escultor, viendo a su hija paseando y escuchando todo lo que había sucedido, lleno del mayor asombro, reverencia y ternura por semejante prodigio, en ese mismo instante comenzó el trabajo de reconstrucción, formando a la Virgen sentada en una silla de madera semejante, sosteniendo a su hijo Jesús en la mano izquierda, con la derecha sosteniendo el mundo y el Niño sosteniendo un pájaro, como bromeando con él.

El escultor, habiendo perfeccionado y finalmente completado el sagrado simulacro, se lo llevó a Somma, sin pedir precio por su trabajo, pues le bastaba con haber obtenido así prodigiosamente la salud de su hija. Los milagros, sin embargo, continuaron. Los ciudadanos de Somma, para mantener la venerada estatua lo más alejada posible del peligro de incendio del Vesubio, decidieron colocarla temporalmente en la iglesia de San Lorenzo (posteriormente destruida por el Vesubio), donde actualmente se encuentra la capilla de Santa Maria delle Grazie. Esto fue así hasta que se construyó la nueva iglesia. Todo esto no agradó a la Virgen: se apareció a una pobre anciana, que encendía devotamente sus lámparas, y le ordenó que dijera al Signor Antonio Orsino, caballero de la más noble sangre y descendiente de los Condes de Sarno, que debía poner fin a la construcción de su iglesia, pues ya no deseaba habitar en la Iglesia de San Lorenzo. El Conde Orsini, habiendo oído la soberana embajada, cumplió el deseo de la Virgen. Era alrededor del año 1650. El alegre pueblo, el sábado de Resurrección de Pascua, ese año el 24 de abril, llevó en procesión a la Virgen de vuelta a su pequeña iglesia. Desde entonces, el santuario ha sido meta de una peregrinación ininterrumpida y de una veneración imperecedera.

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