19 de abril de 2023

Nuestra Señora de la Cruz de Cubas de la Sagra

Del sitio Una aventura desde Madrid:

En la localidad madrileña de Cubas de la Sagra, situada al Suroeste de la capital de España, se encuentra el Monasterio y Santuario de Santa María de la Cruz y la Santa Juana, el cual estuvo considerado, antes su expolio durante la Guerra de Independencia Española (1808-1814) y de su completa destrucción durante la Guerra Civil Española (1936-1939), como uno de los más ricos de Castilla.

La historia de este recinto monacal comienza en el siglo XV, en particular en el año 1449, con las apariciones de la Virgen María a la niña Inés Martínez Sánchez.

Inés, hija de Alfonso y de Mari, era una chiquilla de orígenes humildes y piadosa condición que con doce años cuidaba cerdos al Sur del pueblo. En estas labores andaba cuando al mediodía del lunes 3 de marzo de 1449, en el lugar conocido como Fuente Cecilia, se le apareció por primera vez la Virgen María en forma de una hermosa señora ricamente vestida que mantuvo con ella la siguiente conversación:

- Virgen María: ¿Qué haces aquí, hija?
- Inés: Guardo estos puercos.
- V. M.: ¿Por qué ayunas los días de Santa María en viernes?
- I.: Porque me lo mandaron mis padres.
- V. M.: Haces bien; pero poco tienes que ayunar este año. Ayúnalo después en los días que cae Santa María, que quien lo ayuna gana ochenta mil años de perdón. Y te mando que digas a toda la gente que se confiese y aderece sus ánimas, que sepa que ha de venir gran pestilencia del dolor de costado y de piedras roñas envueltas en sangre, de lo cual morirá mucha gente.
- I.: ¿Y de esta pestilencia moriré yo y mi padre y mi madre?
- V. M.: Eso será como Dios quisiese.

Inés no se atrevió a contar nada de todo ello, por lo que al día siguiente, e igualmente a mediodía, en el Arroyo de Torrejón, la Señora se le vuelve a aparecer y le vuelve a hablar:

- V. M.: ¿Qué haces aquí, hija?
- V. M.: Hija, ¿por qué no dijiste lo que te mandé ayer decir?
- I.: No lo he osado decir por recelo que no sería creída.
- V. M.: Cuenta que te mando que lo digas, y si no te creyeren, yo te daré señal para que te crean.
- I.: Señora, ¿quién sois?
- V. M.: Eso no te diré ahora.

La tercera aparición de la Virgen fue el mediodía de ese mismo viernes 7 de marzo en Prado Nuevo:

- V. M.: Hija, ¿has dicho lo que te mandé decir?
- I.: Sí, Señora, lo he dicho a mi padre y a mi madre y a otras personas.
- V. M.: Lo has de decir y publicar al clérigo t a todas las gentes sin ningún miedo ni temor.

Una vez de vuelta en su casa, Inés repite esta conversación a sus padres, reaccionando éstos de manera muy distinta, pues mientras que el padre la ordena callar acusándola de mentir, la madre la animaba para que se lo contara a todo el pueblo. Lo cual no era tan necesario porque la mayoría de la población ya se había enterado, acudiendo hasta su hogar muchos vecinos, entre los que se incluye el clérigo Juan González, quien le dice que fuera en ese mismo momento hasta el lugar de las apariciones y que le pidiera una señal para poder creerla.

La cuarta aparición sucedió la mañana del domingo 9 de marzo en el pasaje de la Ciroleda, en el mismo sitio donde posteriormente se levantaría primero una casa en que viven las beatas formando comunidad y siguiendo alguna regla,(beaterio) en 1464 y, posteriormente, entre 1510 y 1543, el monasterio. Allí, Inés, arrodillada, rezaba por que se le apareciera la Señora hasta que ésta llegó y comenzaron esta nueva conversación:

- V. M.: No tengas miedo.
- I.: Señora, ¿quién sois?
- V. M.: Yo soy la Virgen Santa María.

En ese momento, la Virgen se acerca hasta la niña y, tras cogerle la mano derecha, se la aprieta dejándole todos los dedos juntos con el pulgar formando una cruz con los demás mientras le dice:

- V. M.: Anda, vete con esta señal para que crean. Ve a la iglesia, y llegarás cuando salgan de Misa. Enséñalo a toda la gentes para que te crea lo que dices, pues que llevas señal.

Al llegar hasta el pueblo y mostrar la señal, sus habitantes no dudan ya en creerla y marchan en procesión, llevando una cruz construida en el momento, hacia el lugar de la última aparición.

Es ya mediodía de este domingo, 9 de marzo, cuando Inés, tras llamarla dos veces Santa María, marcha hacia donde la llama la Virgen, caminando ambas juntas hasta el lugar donde, arrodillándose, Santa María le coge la Cruz y la clava palmo y medio en el duro terreno, diciéndole:

- V. M.: Hija hinca las rodillas de cara a la procesión, y ten la Cruz hasta que llegue. Han de hacerme aquí una iglesia que llamen Santa María. Tú haz de volver ahora a la iglesia con la procesión. Y con algunas criaturas inocentes estará ante mi altar hoy con la noche. Y me han de decir dos Misas de Santa María ante mi altar, y te han de poner bajo de los evangelios de dichas Misas. Y dichas las dos Misas te han de llevar a la iglesia de Santa María de Guadalupe, y llevarás cuatro libras de cera. Estarás dos días, y a la venida te han de traer acá; haciendo oración la señal será deshecha.

En el momento que Inés les cuenta todo esto a la muchedumbre que se acercaba en procesión y vuelve a la iglesia de Cubas a cumplir con las peticiones de la Virgen, algunos de los vecinos comienzan con fervor a recoger la tierra de las pisadas de la virgen mientras que otros se quedan a guardar la cruz.

El lunes 10 de marzo, Inés procesiona hasta el lugar donde se hallaba clavada la cruz, declara ante cuatro notarios o escribanos de todo lo sucedido y parte por la tarde, acompañada, por entre otros, de su padre, hacia Guadalupe, en Cáceres, para cumplir con lo que le había encargado la Virgen. Tras llegar el 14 de marzo, los frailes médicos le examinan la mano y aunque dictaminan que es una malformación de nacimiento les piden que duerman en el Monasterio de Guadalupe hasta el día siguiente para poder examinársela mejor. Al despertar Inés por la mañana con la mano ya curada, los frailes quedan muy sorprendidos y llevan a la niña ante dos cuadros de Nuestra Señora de Guadalupe para que señale a quien se le había aparecido, reconociendo Inés a la Virgen del cuadro más antiguo.

Inés y los demás regresan de inmediato a Cubas, adonde llegan el 19 de marzo por la tarde. La chiquilla va enseguida hasta el lugar en el que se encuentra clavada la cruz, apareciéndosele de inmediato la Virgen y contestándole a su pregunta de por qué se le había curado la mano en Guadalupe y no en Cubas que:

- V. M.: Eso la enviara a Guadalupe.

Ante todos estos sucesos, el arzobispado de Toledo reacciona con presteza y para el 7 de abril de ese mismo año ya se estaba construyendo la primera iglesia, terminándose el 9 de marzo del siguiente año, justo un año después de la cuarta y quinta aparición en la que Santa María clavó la Cruz. Una vez terminada la Ermita de Santa María de la Cruz, también conocida entonces como Casa de la Virgen, el número de visitantes fue creciendo, existiendo un número de piadosas mujeres de Cubas de la Sagra que deciden irse a vivir en comunidad junto a la Ermita de San Blas, de este mismo municipio, mientras se construye su beaterio junto a la Casa de la Virgen.

En 1464, el beaterio está terminado y las devotas mujeres se trasladan hasta él en calidad de beatas de Tercera Orden de la Penitencia de San Francisco. La primera abadesa fue la misma Inés Martínez a la que se le había aparecido la Virgen; sin embargo, llegó una primera crisis religiosa que hizo que varias de ellas, incluyendo Inés, abandonaran el beaterio. Esta crisis no hay que confundirla con un decaimiento de la fe alrededor de la aparición de Nuestra Señora, ya que si en los meses inmediatos a su aparición fueron censados hasta 20 milagros, en los cincuenta años siguientes fueron otros 70 los que se produjeron, conservándose las actas notariales de todos ellos.

El beaterio prosiguió existiendo tras los abandonos anteriores y, lejos de marchitarse, continuó con su espectacular florecimiento, en especial tras la llegada de Juana Vázquez Gutiérrez, más conocida como “la Santa Juana”. Ésta tomó el hábito como novicia en Santa María de la Cruz el 3 de mayo de 1496 y al año siguiente, igualmente el 3 de mayo, hace profesión solemne con el nombre de Sor Juana de la Cruz. Tras esta profesión, sigue santamente su vida religiosa en el convento hasta el año 1506, en que la comunidad se da cuenta de que Sor Juana ha tenido su primera elevación o sueño místico. En 1507, es desposada místicamente y en 1508, además de aparecerle los estigmas, deja de poder hablar durante once días, lo cual es algo significativo en ella ya que era una carismática predicadora. Al volverle esta facultad, continúa con sus charlas y sermones hasta que el vicario provincial de Castilla, fray Juan de Marquina, le prohíbe hablar al público. Una prohibición que es rápidamente levantada y que más adelante, en 1512, tras ser escuchada por el nuevo vicario provincial, fray Francisco de los Ángeles, es aprobada en cuanto a sus charlas y sus actuaciones.

Durante la Guerra de la Independencia Española, el monasterio sufrió grandes daños, bien por parte de los invasores franceses, quienes robaron el arca de plata que guardaba el cuerpo insepulto de “la Santa Juana” y destrozaron su cuerpo (no hay que pensar que su desenfreno tiene nada que ver con un particular odio a lo español ya que las tumbas de los soberanos franceses de la Basílica de Saint-Denis, cerca de París, en donde también se guarda la del santo rey, San Luis, sufrieron parecido trato durante la revolución francesa), o bien por parte de los propios vecinos de los alrededores, quienes arrancaron y se llevaron desde los mármoles a las vigas del techo. Los restos de “la Santa Juana” fueron recogidos y permanecieron en el convento hasta 1936, cuando, al inicio de la Guerra Civil, fueron ocultados cerca de la cocina del monasterio. En 1990, éstos fueron hallados y autentificados, encontrándose actualmente preservados en una capilla de la nueva iglesia conventual.

Tras el fin de la devastadora contienda con los franceses, el convento continuó con su existencia hasta la Guerra Civil Española, en donde primero fue asaltado y quemado por uno de los bandos para, a continuación, sus restos ser tomados como blanco para prácticas de artillería por el otro. El resultado es que un rico patrimonio construido por la fe y/o el deseo de generaciones de españoles, cuya importancia religiosa podía ser equiparable a la de los santuarios de Fátima o Lourdes, y cuya pertenencia no era de ninguno de los combatientes, fue arrebatado para siempre, quizás por los mismos descendientes de quienes habían dado más de lo que podían para ayudar a su existencia.

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