Esta virgen de líneas bizantinas fue traída de Oriente por Guillaume de Peyre entre 1212 y 1222, donde los monjes del Monte Carmelo, herederos de Isaías, la esculpieron en una madera muy dura, (quizás de olivo), "en el culto a la Virgen Madre". Sin embargo, está fechada en el siglo XI.
Sentada en un asiento reciente, ataviada con un vestido de armoniosos pliegues, extiende los brazos frente a ella. Todo el cuerpo fue pintado de rojo, sólo la cabeza y el cuello están cubiertos con un barniz negro.
Aparece en la historia ya en 1249: Randon de Chateauneuf rinde homenaje al obispo Odilon de Mercoeur ante el "altar de Madona Santa María, en la gleiza de Mende".
Se salvvó dos veces de la destrucción. En 1579, cuando los hugonotes habían tomado Mende, una anciana tuvo la astucia de pedir "este viejo tocón de madera" para su hoguera a los soldados de Merle que iban a quemarla. El 8 de diciembre de 1793, los revolucionarios la arrojaron del trono para elevar a la diosa de la razón al altar. Después del festival, una mujer vino a recoger la estatua olvidada y se la llevó, furtivamente, bajo su abrigo.
El 15 de agosto de 1894, se retiró de su capilla (la capilla de las bodas, que más tarde se convirtió en la capilla de San Roque) y se reinstaló en el altar mayor.
Fue devuelta a su capilla en 1960, ya que el altar mayor es ahora una simple mesa.
Entre sus dos hombros, en un relicario, se esconde un número impresionante de reliquias, algo casi único entre las vírgenes negras. El inventario canónico de 1857 da los detalles: Cabellos de la Virgen, trozos de su ropa, de su tumba, fragmentos de la verdadera cruz, sin olvidar los restos de los santos Pedro, Andrés, Pablo, Marcial, Dionisio, Santiago...
Para el quincuagésimo aniversario de su coronación, en 1946, el antiguo párroco de Mende escribió estas líneas: "Las 15 Madonnas lozanas más destacadas fueron las invitadas de Notre-Dame de Mende: algunas vinieron en persona, como la del Carce (Marvejols), la de todo poder (Langogne), la de la Pitié (Saint chély); otras, demasiado pesadas para desplazarse, se hicieron representar: así las vírgenes de la roca (Meyrueis y Serverette) o la del centinela (Nasbinals). Allí estaban las Madonas de Quézac, Nogaret y La Malène; la Virgen del Buen Socorro (Les Salelles), la de Beaulieu (Paulhac), la de La Salette (Saint-Privat de Vallongue), la de Todas las Gracias (Cheylard l'évêque) y, finalmente, la Virgen de Bouldoire, la última pero no la menos antigua. Todos ellos estuvieron presentes en este desfile, que habría asombrado a nuestros antepasados de la Edad Media, acostumbrados como estaban a las procesiones de reliquias y a las reuniones de prelados".
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