Tenía diez años de haber desaparecido del lugar donde, en 1990, San Juan Pablo II la había bendecido, en su segunda y última visita a la ciudad de Monterrey, en el Estado norteño de Nuevo León.
Nadie sabía su paradero después de que el huracán “Alex” se la había llevado entre sus vientos y sus lluvias. Las autoridades la buscaron con escáner. Pero no dieron con ella. Y no era, precisamente, una estructura metálica pequeña. Al contrario, era una estructura de metal de doce metros de alto por tres de ancho de la Santísima Virgen María en su advocación de Guadalupe, la “morenita” que tanto quiso San Juan Pablo II.
La arrastró «Alex», la descubrió «Hanna»
Pasó el tiempo y la gente la dio por perdida. ¿Se habría roto en pedazos? ¿Habría caído sobre el lecho del vecino Río de Santa Catarina, que solamente se llena de agua cuando hay este tipo de eventos en Monterrey? Esta hipótesis era la más segura. ¿Pero dónde podría estar?
Es difícil –para quien no los ha sentido nunca— conocer la fuerza de los vientos de los huracanes. “Alex”, que golpeó a Monterrey en junio de 2010, traía rachas de hasta 175 kilómetros por hora. Fue un huracán Categoría 2 que dejó a su paso 51 personas muertas en Centroamérica y luego en el sur de Texas y en el norte de México.
Casi diez años más tarde, el 26 de julio, las calles de Monterrey fueron inundadas por el huracán “Hanna” ya degradado a tormenta tropical. Sus vientos fueron débiles pero la lluvia fue intensa.
Según los reportes de las autoridades de Protección Civil, cayeron en Monterrey hasta 564 milímetros acumulados en 48 horas, lo que representa, aproximadamente, 80 por ciento de lo que llueve en todo un año en esta ciudad, que es la tercera ciudad más grande del país.
Y del lecho del Río Santa Catarina, una vez que había desalojado el caudal de agua vertido por “Hanna”, emergió un trozo de estructura metálica que se asemejaba a la de la Virgen extraviada. Fueron los habitantes de la zona cercana al lecho del río –que se cruza a pie por permanecer seco desde hace muchos años—los que descubrieron ese trozo de metal. De inmediato dieron aviso y comenzaron los trabajos para rescatar a la Virgen.
Hasta la próxima semana terminarán se sacar por completo la estructura, que se encuentra inclinada y es muy frágil. Sin embargo, muchos habitantes de Monterrey han interpretado esta recuperación como una señal milagrosa, quizá del fin próximo de la pandemia.
Al paso del tiempo ya se daba por perdida esa escultura bendita por el Papa y tanto así que en el lugar donde había estado originalmente (entre el Río Santa Catarina y la Avenida Constitución, frente a la colonia del Obispado) se colocó una réplica exacta.
Los regiomontanos han estado acudiendo al lugar de los trabajos de rescate y apoyando a los equipo del Municipio para recuperar su querida estructura bendita por un Papa que dejó honda huella en esta ciudad. Y le han puesto veladoras para que la Virgen proteja a su Estado, a su país, hoy sumido en una profunda crisis de salud y económica.
Le han pedido a ella, maltrecha por los años de entierro y por la pesada carga de piedras y polvo que se le acumuló encima, que vuelva a decirle a los mexicanos: “No tengan miedo, ¿no estoy yo aquí que soy tu Madre?”
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