Del sitio Fundación Cari Filii:
"Miro a todos los que viven en el mundo para ver si hay quien se compadezca de mí y medite mi dolor, mas hallo poquísimos que piensen en mi tribulación y padecimientos. Por eso tú, hija mía, no te olvides de mí, que soy olvidada y menospreciada por muchos. Mira mi dolor e imítame en lo que pudieres. Considera mis angustias y mis lágrimas y duélete de que sean tan pocos los amigos de Dios".
Son palabras de la Santísima Virgen a Santa Brígida a principios del siglo XIV, que resuenan hoy todavía porque continúan siendo verdad. En esas visiones, Nuestra Señora le describió cuáles habían sido las grandes angustias de su vida, representadas por la imaginería cristiana como puñales en el corazón de la Madre de Dios: la profecía de Simeón, la huida a Egipto, la pérdida de Jesús, el encuentro con Él camino del Calvario, su crucifixión y muerte, el descendimiento de la Cruz, la soledad en la que quedó hasta la gloria de la Resurrección…
A quien los medite diariamente con siete avemarías, la Virgen prometió la paz en sus familias, consuelo en los sufrimientos y una protección especial en las luchas espirituales, en particular en el momento de la muerte. La Semana Santa es el momento propicio para meditar en esas siete espadas, sin olvidar que el verdadero dolor de nuestra Madre eran y son los pecados que están en su origen. Nuestros pecados.
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