La devoción a Nuestra Señora de la Alegría se originó en el siglo XII con las cruzadas. Según la tradición, tres caballeros franceses se alistaron en las cruzadas y viajaron a Palestina para ayudar a los cristianos contra los ataques de los musulmanes.
Sin embargo, no tuvieron éxito, fueron derrotados por los musulmanes y capturados por los egipcios. El sultán intentó por todos los medios persuadir a sus prisioneros para que renunciaran a la fe católica, pero ellos se mantuvieron firmes. Al ver la firmeza de estos hombres en la defensa de la fe, el sultán envió a Ismeria, su propia hija, para persuadirlos de que se convirtieran al Islam.
Los tres hermanos mostraron a Ismeria el Evangelio de Jesús. La muchacha quiso saber quién era la Madre del Salvador. Así que empezaron a tallar una imagen de la Virgen María. Al final del día, dejaron la imagen sin terminar, con la intención de completarla al día siguiente. Sin embargo, milagrosamente, cuando se despertaron al día siguiente, la imagen estaba lista.
Cuando Ismeria vio la imagen, se maravilló de la belleza de María. Se maravilló aún más ante el mensaje de Jesús transmitido por los caballeros. Convertida, liberó a los tres hermanos y huyó con ellos. Tras un día de camino, se durmieron y, cuando despertaron, habían sido llevados milagrosamente al bosque del castillo de la madre de los caballeros, en Francia. Tras este prodigio, construyeron en el bosque la iglesia de Nuestra Señora de la Alegría, que se convirtió en un centro de peregrinación mariana.
Más tarde, en 1993, Nuestra Señora de la Alegría se apareció a una joven norteamericana en Emmitsburg, Estados Unidos. En sus diversas apariciones, María dejó a sus hijos un mensaje de conversión y humildad. Pidió insistentemente a sus hijos que se amaran los unos a los otros.
La imagen de la Virgen de la Alegría muestra a María de pie, con su Hijo sentado en su brazo izquierdo con los brazos abiertos. Los rasgos de la Madre de Dios revelan alegría.
OREMOS:
Oh Madre de la Alegría, cura nuestros corazones de las heridas que causan la tristeza del alma.
Líbranos del azote de la depresión y ayúdanos a tener un corazón adorador, generoso y alegre.
Que la gratitud llene nuestras vidas y nuestra existencia, pues sólo a través de un corazón agradecido puede elevar nuestras vidas la verdadera alegría que viene de Dios.
Nuestra Señora de la Alegría, ruega por nosotros.
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