Refiere el P. Engelgrave que un religioso vivía tan atormentado por los escrúpulos, que a veces estaba casi al borde de la desesperación; pero como era devotísimo de la Virgen de los Dolores, recurría siempre a ella en sus luchas espirituales y contemplando sus dolores se sentía reconfortado.
Le llegó la hora de la muerte y, entonces, el demonio le acosaba más que nunca con sus escrúpulos y lo tentaba de desesperación. Cuando he aquí que la piadosa Madre, viendo a su pobre hijo tan angustiado, se le apareció y le dijo: - "¿Y tú hijo mío, te consumes de angustias cuando en mis dolores tantas veces me has consolado? Hijo mío, ¿por qué te entristeces tanto y estás lleno de temor, tú que no has hecho más que consolarme con tu compasión de mis dolores? Jesús me manda para que te consuele; así que ánimo, llénate de alegría y ven conmigo al paraíso". Y al decir esto el devoto religioso, lleno de consuelo y confianza, plácidamente expiró.
ORACIÓN PARA ALCANZAR PAZ Y SALVACIÓN
Madre mía dolorosa,
no quiero dejarte sola con tu llanto,
sino que a tus lágrimas quiero unir las mías.
Esta gracia te pido hoy:
un recuerdo continuo, con tierna devoción,
de la pasión de Jesús y de la tuya
para que en los días que me queden de vida
siempre llore tus dolores, Madre mía,
y los de mi Redentor.
Espero que en la hora de mi muerte
estos dolores me darán confianza
para no desesperarme
a la vista de los pecados
con que ofendí a mi Señor.
Ellos me han de alcanzar el perdón,
la perseverancia y el paraíso,
donde espero regocijarme contigo
y cantar por siempre las infinitas misericordias de mi Dios.
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