6 de febrero de 2023

Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa de Monte Picayo de Sagunto

 

Del sitio Foros de la Virgen:

¡Así hizo Construir el santuario la Virgen! ¡Así lo hizo restaurar!

Una historia de devociones, milagros y mucho amor.
De gente común que es llamada por la Virgen para que primero se construya un santuario en su honra. Y luego de que éste fuera abandonado, para que se lo pusiera de nuevo en condiciones y en funcionamiento…

En el año 1961, el padre Fernando Molluna Monné, acompañado de los alumnos del colegio Virgen de Begoña, del que era profesor, realizó una excursión al Monte Picayo, situado en Sagunto (Valencia).

Y allí recibió la inspiración de fundar un santuario a la Virgen, al que él, por ser paúl, puso la advocación de Milagrosa.

Comunicada la idea a los superiores surgió la polémica (como todas las obras de Dios) entre defensores y detractores.

Después de muchos sacrificios, que el padre superó con mucha fe y esperanza en la Virgen, el santuario se levantó y el padre Fernando quedó en cuerpo y alma al servicio de la Virgen.

En 1982, el padre Fernando enfermó de cierta gravedad, y los superiores decidieron mandarle para reponerse a Cataluña, de donde es oriundo.

Con la marcha del padre Fernando desapareció toda actividad en el santuario y culto a la Virgen, quedando todo abandonado. 

En octubre de 1993, de nuevo la Virgen toma la iniciativa. Y por medio de una voz interior, muestra su deseo de ser venerada de nuevo en ese santuario, a una persona que no quiere ser identificada, y que le lleva a restaurar el santuario.

En mayo de 1994, la Virgen, por medio de un cuadro, fue puesta al culto y veneración de los que quisieran visitarla.

En mayo de 1995, ya restaurado el santuario, se procedió a la inauguración que realizó el padre Fernando, desplazado desde Barcelona a sus 86 años con un permiso especial del padre Provincial.

El Santuario se encuentra en el Monte Picayo, en la parte perteneciente al término municipal de Sagunto, provincia de Valencia.

El principal protagonista de esta historia inicial es el padre Fernando Molluna Monné de la Congregación de la Misión de San Vicente de Paúl, en Cataluña.

El año 1947 estaba el padre Fernando en la parroquia de la Santísima Virgen de Monteolivete, de Valencia, regida por los Padres Paúles, ejerciendo su ministerio pastoral entre los feligreses de la misma.

Mostraba un especial interés sacerdotal en la administración de los sacramentos de confesión y comunión viático a los enfermos que lo requerían, tanto de día como de noche.

Era proverbial entre los feligreses la devoción del padre Fernando a la Santísima Virgen y el entusiasmo y fervor que mostraba cuando hablaba de Ella.

Luego fue a trabajar en Puerto Sagunto, en esta ciudad la Congregación de la Misión de San Vicente de Paúl tenían un colegio apostólico, donde los jóvenes aspirantes a religiosos sacerdotes se preparaban mediante los estudios primarios.

Los sacerdotes también paúles regentaban dos parroquias en la ciudad: una dedicada a la Santísima Virgen del Carmen y la otra a la Santísima Virgen de Begoña.

En el curso escolar 1960-61, el padre Fernando con los alumnos del Colegio Apostólico hizo una excursión a lo alto del Monte Picayo entre Sagunto y Puzol.

Y contemplando desde esa altura a 385 metros sobre el nivel del mar, la maravilla que la madre naturaleza ponía ante sus ojos, tuvo la inspiración de en ese inaccesible pero maravilloso lugar, de construir un santuario en honor de la Santísima Virgen de la Medalla Milagrosa, que sin él saberlo sería el único dedicado a la Milagrosa en toda la Comunidad Valenciana.

Comunicada la idea a los superiores, éstos, después de un tiempo de reflexión y consultar a los superiores mayores, decidieron, por lo inaccesible del lugar y lo costoso que sería construirlo, desistir de la idea.

Y sin dar un no rotundo y definitivo se pospuso para más adelante, si esa era la voluntad de Dios y deseo de la Virgen inspiradora de ser allí venerada.

El padre Fernando, obediente, aceptó la decisión de los superiores y todo quedó olvidado por el momento. Pero la semilla estaba echada, y la fe mueve montañas…

A principios del año 1964 fue requerido el padre Fernando Molluna Monné por don Jesús Gómez Escardó, fundador de la urbanización Monte Picayo, de Sagunto Puzol, para que se encargara en calidad de sacerdote de la ermita dedicada a santa Alicia construida dentro de la urbanización.

Como el padre Fernando vivía en el Puerto de Sagunto, se acordó que en principio sólo se celebraría la Eucaristía los domingos y días festivos de precepto, hasta que el padre Fernando consiguiera una vivienda más cerca y prestar mejor servicio a los feligreses a él encomendados. Posteriormente pasó a ocupar una vivienda muy cerca de la ermita.

El lugar donde unos años antes había concebido la idea inspiración de construir un santuario en honor de la Virgen Milagrosa estaba a sólo 30 minutos a pie subiendo por la montaña, de donde actualmente residía el padre Fernando.

Ese mismo año 1964, el padre Ángel Miserach, director de anales de la Congregación de la Misión de San Vicente de Paúl de la provincia de Barcelona, le pide al padre Fernando más información respecto al Monte Picayo, de Sagunto Puzol.

El padre Fernando le escribe y de nuevo, como al principio, surge la polémica de lo conveniente o no de la construcción del santuario en honor de la Virgen Milagrosa en el Monte Picayo de Sagunto.

Ante los detractores y defensores más detractores que defensores, le dio motivo al padre Fernando para decir estas casi proféticas palabras: "El Monte Picayo, signo de contradicción porque así son las cosas y empresas de Dios en la vida."

El proyecto era justo es reconocerlo muy difícil y costoso hacerlo realidad en el lugar escogido: 385 metros sobre el nivel del mar en pleno monte, sin ningún camino para llegar hasta él, sin luz eléctrica y sin agua.

Sombrío era el panorama que se le presentaba al padre Fernando: la construcción del santuario a la Virgen en ese lugar. Pero esa era la voluntad de Dios y había que obedecer a Dios, antes que a los hombres.

Finalmente sus superiores le dieron plenos poderes para la realización material de la construcción del santuario a la Virgen Milagrosa en el Monte Picayo. Pero con la condición que durante la realización del proyecto que la Congregación no contribuiría en nada económicamente a su construcción.

El padre Fernando aceptó las condiciones, confiando sólo y exclusivamente en la protección y ayuda de la Santísima Virgen sabiendo que no lo abandonaría.

El día 13 de junio de 1965, el Ministerio de Agricultura cede a la Congregación de la Misión de San Vicente de Paúl, por un período de noventa y nueve años, cinco hectáreas de monte para la construcción del santuario solicitado.

De lo que tuvo que luchar el padre Fernando para adquirir fondos para realizar su ambicionado proyecto, vista la negativa de sus superiores a cooperar económicamente, sólo Dios y él lo saben. Empezó por la campaña "MILLÓN DE LADRILLOS", que por medio de boletos de 5 pesetas vendía a los que quisieran ayudarle. También algunas personas de la urbanización Monte Picayo le ayudaron bastante.

Con el dinero recogido por los medios ya mencionados, se procedió, con el asesoramiento y cooperación de arquitectos y aparejadores, planificar y preparar el terreno del lugar donde se construiría el santuario. Se hizo un boceto de cómo quería el padre Fernando fuera el edificio que albergara en su interior la Santísima Virgen Milagrosa.

Al principio fueron bastantes los albañiles maestros y peones que trabajaban en las obras, y que a pesar de lo inaccesible del lugar se realizaban bastante bien. Pero pronto llegó la hora de la prueba, y la cruz como en todas las obras de Dios se hizo presente para que, cargado con ella, fuera compañera inseparable del padre Fernando hasta el final de las obras comenzadas.

Las personas que con ilusión y generosidad empezaron a darle dinero para ayudarle, empezaron a recortar las cantidades que le daban al principio e incluso muchos de ellos dejaron de darle. La venta de boletos de la campaña "millón de ladrillos" había perdido interés por lo larga de la misma y la colaboración de particulares había mermado considerablemente e producían las obras emprendidas.

Un día, estando en la ermita de Santa Alicia de la urbanización Monte Picayo, preparándose para celebrar la santa misa, mirando la Virgen al pie de la cruz que preside el altar, sintió una paz y una alegría interior como no había sentido nunca. Él continuaba mirando la Virgen al pie de la cruz con el Hijo muerto en sus brazos, que le decía:"Continúa sin desfallecer la construcción del santuario en mi honor.
La cruz que cargaste cuando se te encomendé esta misión, seguirá pesando sobre tus hombros hasta el final, que tú contemplarás con gran satisfacción.
"

"Para el feliz éxito de la misión encomendada es necesario: Primero: Que desistas de la grandiosidad del santuario programado al principio, por otro más sencillo y de menos coste. Segundo: Para recoger el dinero necesario para la construcción hasta el final, acude a las Religiosas Hijas de la Caridad. Ellas acogerán con interés tu propuesta y cooperarán contigo con los medios que sean necesarios."

No podía la Virgen haber escogido mejores cooperadoras. Las Religiosas Hijas de la Caridad aceptaron con entusiasta alegría la propuesta del padre Fernando y empezaron, mediante la venta de participaciones de lotería, rifas, boletos y todo lo que fuera necesario, su laboriosa y larga colecta que duró varios años. Todas las religiosas mayores preguntadas recuerdan con cariño y satisfacción esta ayuda a la construcción del santuario.

Las obras continuaron lentamente con la valiosa cooperación de las religiosas. 

Pero a pesar de todos los esfuerzos los gastos superaban los ingresos y se pensó reducir más el número de trabajadores cualificados por no poderles pagar el sueldo, quedando sólo uno que, ayudado por el mismo padre Fernando, continuó trabajando.

Todos los días, desde la urbanización Monte Picayo, donde residía el padre Fernando, subían los dos solos a trabajar.

Se desconoce la fecha exacta de la terminación de las obras y la inauguración oficial del santuario; se calcula los años 1974-75, pero llegó la hora de la gratitud, y el padre Fernando, ante el altar de la Virgen Milagrosa, pudo decir: "MISIÓN CUMPLIDA. GRACIAS MADRE Y PROTECTORA".

El padre Fernando quedó en cuerpo y alma al servicio de la Santísima Virgen Milagrosa en su santuario del Monte Picayo, compaginando con la ermita de Santa Alicia de la urbanización su ministerio sacerdotal. Así pasó unos años propagando la devoción a la Virgen Milagrosa y organizando convivencias y días de retiro espiritual a los que lo solicitaban.

En el año 1980-82 con alrededor de 70 años, el padre Fernando enferma de cierta gravedad y los superiores decidieron destinarle a Reus, provincia de Tarragona, a una pequeña residencia de los Padres Paúles para su recuperación. Los responsables de continuar la labor comenzada por el padre Fernando no creyeron necesario continuarla y la abandonaron por completo, cesando toda actividad en el santuario.

El año 1989, ocho- diez años después de haber sido abandonado, deciden los superiores prescindir de los derechos y obligaciones que tenían respecto al santuario de la Virgen Milagrosa, del Monte Picayo. Con fecha 20 de junio de 1990, se les comunica oficialmente que la solicitud había sido considerada y aceptada, y que desde esa fecha era responsabilidad de la parroquia de Santa María, de Sagunto, la atención del santuario dedicado a la Virgen Milagrosa, del Monte Picayo.

El rector de la parroquia de Santa María se dio por enterado de la resolución tomada por la Consellería y se hizo cargo del santuario. También el Ayuntamiento de Sagunto se comprometió a cuidar y limpiar el monte que rodea la zona; compromiso que cumplió hasta 1994, que dejó de prestar este servicio.

Los largos años de completo abandono deterioraron considerablemente tanto el interior del santuario como los adjuntos edificios complementarios de alrededor.

En el mes de octubre de 1993 un señor, por medio de una casual, yo diría, providencial lectura se entera que en el Monte Picayo existe un santuario a la Virgen Milagrosa. A la que declara tener una especial devoción, gratitud y amor, por haber recibido de ella muchas muestras de maternal protección y amparo.

Recordando los beneficios que a manos llenas derrama la Virgen sobre él, pensó visitarla en ese santuario para darle gracias. Pero pasó el tiempo, y aunque siempre que pasaba en el tren por Sagunto miraba el monte pensando dónde estaría el santuario, la deseada visita no se realizó.

Por medio de unos signos providenciales varias veces repetidos, el segundo fundador cuyo nombre no se menciona, vio claramente que a sus 63 años de edad, con seis intervenciones quirúrgicas en su cuerpo, con gran cantidad de pecados de toda índole y gravedad; sin saber leer ni escribir correctamente, sólo lo imprescindible para no ser completamente analfabeto y con muchas faltas de ortografía; residir en una ciudad a 40 Km. de distancia donde estaba el santuario a 385 metros de altura, sin vehículo propio para desplazarse, desconocer el monte pues no había estado nunca, estaba completamente solo para llevar a feliz término la misión que se le encomendaba.

Aquí empieza la historia que con las vicisitudes, problemas y contrariedades que llevan consigo todas las obras de Dios.

Terminaba el último domingo del mes de mayo de 1994 con la entronización, para ser públicamente venerada la Santísima Virgen de la Medalla Milagrosa en su santuario del Monte Picayo como lo había pedido. Pero la transformación que desde que la Virgen estaba allí se había producido en el santuario y sus alrededores pronto dio sus frutos.

Y visto el interés que las buenas gentes devotas de la Virgen Milagrosa, que habían sido testigos del abandono y brutal deterioro progresivo durante varios años, tenían por saber el motivo de este resurgir y callado trabajo que para conseguirlo se estaba realizando, pensó contra su voluntad y deseo de mantenerlo en secreto para evitar que en lo sucesivo si se contaba de palabra se interpretara mal. 

Una noche, en el mes de octubre de 1993, ¿durmiendo?, ¿despierto? No se sabe. Lo que sí asegura (el señor del que no se conoce su nombre) es haber escuchado una voz interior muy clara y con autoridad, lo siguiente: "QUIERO EN EL SANTUARIO A MÍ DEDICADO DEL MONTE PICAYO HOY ABANDONADO VOLVER A SER VENERADA DE NUEVO."

La verdad que no le di ninguna importancia, pues se es más amante de la fe creída que de la razón vista. 

Por la proximidad a Puzol del Monte Picayo, se puso en comunicación por teléfono con el párroco de la parroquia de los Santos Juanes, que me dijo saber la existencia de ese santuario en su tiempo bastante importante y que hasta incluso se llegaron a hacer días de retiros y otras actividades de carácter pastoral. Pero que actualmente aquello estaba todo roto, las puertas y ventanas arrancadas y todo completamente destruido. Se dio por válida la información del párroco y dejé el caso cancelado.

Pero aquella misma noche la misma voz interior, claramente me decía: "INSISTE, NO TE CANSES, NO TE HAN DICHO TODA LA VERDAD. EN ESE SANTUARIO POR MÍ ESCOGIDO TENGO QUE SER VENERADA DE NUEVO."

En vista de lo sucedido, de nuevo me puse en comunicación por teléfono con el párroco de los Santos Juanes, de Puzol, insistiéndole, me dijo que esa zona pertenece a la parroquia de El Salvador, de Sagunto. Me puse en comunicación por teléfono con el párroco de la parroquia de El Salvador, de Sagunto, que me confirmó pertenecer la zona a la parroquia, pero que él desconocía la existencia de ningún santuario a la Milagrosa en ese lugar.

Decidí por mi cuenta buscar el santuario de la Milagrosa, que la voz interior me decía que existía, pero que nadie sabía nada del lugar donde estaba enclavado.Como primer paso, y viendo que los sacerdotes de las parroquias cercanas preguntados no me daban ninguna respuesta satisfactoria verídica ni clara al respecto, pensé dirigirme a Puzol y preguntar a la gente de la calle, al pueblo sencillo y noble. A todos los que veía mayores les preguntaba, pero nadie sabía nada del santuario ni el lugar donde estaba para indicarme su subida.

Al llegar a casa aquella noche, postrado de rodillas a los pies de un cuadro de la Santísima Virgen de la Medalla Milagrosa que compré en París cuando fui a visitarla, le dije: “Madre mía, ¿qué hago? Yo quiero lo que tú quieras. Dame luz y fuerzas para continuar sin desfallecer hasta encontrar el lugar donde según tu manifestada voluntad deseas ser honrada y venerada de nuevo.

Transcurridos unos días y en vista de que la paz interior no la recuperaba, que no vivía durante el día ni descansaba por la noche, pensé nuevamente encaminarme a Puzol para entrevistarme con el párroco de la parroquia de los Santos Juanes, que me dijo que había que ir con vehículo hasta el Alfinach y desde allí a pie subir al santuario.

El taxista me hace ver que ese no es el camino más indicado para subir allí por la distancia que lo separa y me dice que él conocía al padre Fernando, fundador de ese santuario, que vivía en la urbanización Monte Picayo y que fue su guardián hasta su muerte hace unos años. Me llevó hasta un lugar donde había un camino de tierra bastante ancho y me dijo: "esta es la subida".

Le pagué el servicio, y rezando el Rosario como siempre, empecé la subida; pero a los 100-200 metros el camino hasta entonces ancho se empieza a estrechar hasta el punto de hacerse intransitable por completo. El taxista se había equivocado. Vuelta a Puzol, esta vez a pie y sin lograr mi objetivo.

Después de una fervorosa y confiada oración a la Virgen Santísima pidiéndole su ayuda y protección, me encaminé hacia Sagunto.

Le expongo a otro taxista el caso del santuario, me dice no saber nada de ello, pero que en vista del interés que tenía me subiría a lo más alto de la montaña; a pesar de una cuidadosa y paciente búsqueda a pie del monte y sus alrededores, nada positivo encontré. Cuando ya bajaba con el taxi sin ningún resultado positivo y alentador y con la firme resolución por mi parte de dejar el caso como irrealizable, una voz interior me decía: "¡PARA! ¡BAJA! y ¡MIRA!". Le dije al taxista que parara, por favor. Entonces pude observar que bastante lejos y sin ningún camino visible para llegar hasta allí. Un pequeño grupo de construcciones que desde arriba no tenía visos de ser ningún edificio religioso, pero que la voz interior como antes me decía ser ese el santuario que buscaba.

Llegado a casa, una vez más me puse a los pies de la Virgen para darle gracias y renovarle mi confianza en su ayuda y protección. Estaba localizado el santuario, por lo menos a lo lejos.

El presentimiento que sentí al acostarme se cumplió. Y como en otras veces anteriores de nuevo la voz interior de siempre que me dice: "QUIERO QUE SUBAS OTRA VEZ PERO A PIE, Y QUE HAGAS EN EL SANTUARIO UN ACTO DE HUMILDE REPARACIÓN Y AMOR, POR LOS QUE NO ME AMAN Y OFENDEN."

A primera hora de la tarde y sin pensarlo ni un momento, desde Puzol y a pie como se me había mandado, me lancé al monte y saltando una alambrada de hierro que había, por un cortafuegos que desde arriba vi el día anterior, emprendí la subida. Sólo Dios y yo sabemos lo que pasé en esa accidentada subida. Pero valió la pena, pues después de ciento cinco días de intensa búsqueda la Virgen premió mi incondicional sacrificio y constancia en buscar el santuario de la Virgen Milagrosa en pleno monte. Por fin el feliz hallazgo del tan deseado y buscado santuario.

Estaba ante un sólido, bonito y bien construido santuario. La pequeña campana que ocupaba la espadaña arriba de la puerta de entrada había desaparecido. La puerta estaba abierta porque la cerradura estaba rota. El aspecto exterior estaba bastante aceptable. Pasado el umbral de la puerta, el panorama que a primera vista se presentó ante mí fue triste, lamentable y desolador. Contemplar hasta dónde es capaz de llegar la mano destructora del ser humano.

Había llegado la hora de hacer el acto de reparación pedido la noche anterior, que puesto de rodillas al pie del altar y con los brazos en cruz realicé, cumpliendo así el motivo para lo que había sido convocado en ese lugar concretamente ese día.

Aquella misma noche, de nuevo la voz interior ya familiarizada de siempre, me dice: "A PARTIR DE AHORA TIENES QUE BUSCAR AYUDA Y COOPERACIÓN. TENDRÁS MUCHAS DIFICULTADES, CONTRARIEDADES Y POCA COMPRENSIÓN; PERO NO TE DESANIMES, PUES YO ESTOY CONTIGO."

Como primer paso había que buscar los actuales responsables del santuario y comunicarles lo sucedido.

Después de largas y costosas indagaciones, me enteré que en el Palacio Arzobispal de Valencia sección patrimonios están registrados todos los edificios religiosos de la diócesis.

Con esta espina clavada en el corazón, a primeros de mayo de 1994 viajé a Pontevedra (Galicia) para terminar la práctica de los primeros sábados de mes. Después de la comunión, dando gracias en la pequeña capilla de la aparición antes celda de la hermana Lucía, cuando yo menos lo esperaba ni me acordaba de ello, de nuevo la tan conocida voz interior de siempre: "ANTES QUE TERMINE EL MES DE MAYO QUIERO SER VENERADA DE NUEVO EN EL SANTUARIO A Mí DEDICADO DEL MONTE PICAYO."

Alarmado y al mismo tiempo deseoso de cumplir lo mandado, cuando llegó a Valencia consultó el caso con mi confesor, que me dijo: "Insiste, eso es obra de Dios y mediadora la Santísima Virgen María. Tendrás dificultades por la actual burocracia pero al final se hará lo que ella quiere. Cierra por tu cuenta si puedes económicamente la puerta rota y abierta del santuario y entrega las llaves al responsable. De momento evitarás la posible profanación de ese santo lugar, escogido por la Virgen para ser de sus amantes hijos visitada y venerada."

Subí dos veces al santuario, con taxi desde Sagunto, limpié con medios rudimentarios lo que pude. Saqué unos animales muertos que había y con las manos sacó las piñas y las hojas de los pinos que prácticamente cubrían todo el piso. Los bancos rotos de madera, la cómoda también de madera y el armario de hierro. Yo solo no podía. Se estaba cumpliendo lo dicho por la voz interior: "Desde ahora tienes que buscar ayuda y cooperación."

En estos días también gestioné en una casa de imágenes religiosas la compra de una imagen de la Virgen Milagrosa.

El día 22 de mayo de 1994, me presenté en la residencia de religiosas Hijas de la Caridad, pregunto por la superiora y me pasan a la sala de lecturas de la residencia para que espere mientras avisan a una hermana. 

Encima de la estantería que guardan los libros había una imagen del Corazón de Jesús y otra de la Virgen de la Medalla Milagrosa.

Pues bien, nada más poner los ojos en la imagen de la Milagrosa se transformó en una potente luz que me cegó como cuando miras al sol, hasta el extremo de tener que frotarme los ojos para poder recuperar la vista. Y a continuación, de nuevo la voz interior de siempre, ya conocida y familiar: "ÉSTA ES LA IMAGEN QUE SERÁ VENERADA EN MI SANTUARIO DEL MONTE PICAYO."

Sale la superiora, y me invita a pasar a un salón diferente y empieza la conversación sobre el santuario de la Virgen Milagrosa, del Monte Picayo de Sagunto. Entra en otra sala y señalándome la imagen de la Milagrosa me dice: "AHÍ TIENE A LA VIRGEN MILAGROSA PARA SER VENERADA EN EL SANTUARIO DEL MONTE PICAYO.

Sólo faltaban siete días para que terminara el mes de mayo. De nuevo acudí a la maternal protección y ayuda de la Virgen por medio de la oración. Puesto de rodillas a los pies del cuadro de la Virgen Milagrosa, le pido que me iluminara e inspirara lo que debía hacer.

Con la lámina de un calendario de la Milagrosa se improvisó un cuadro, que sirvió para hacer realidad el mandato de la Virgen a primeros de mayo. Resuelta ya cómo tomaría posesión de nuevo la Virgen del santuario a Ella dedicado, quedaba todavía pendiente ya con carácter de urgencia la necesidad de retirar los objetos rotos. Bancos, cómoda, armario, que tirados por el suelo daban un lamentable estado de deterioro que me hacían sufrir mucho, pues no quería ni era digno de la Reina y Señora que tenía que habitarlo. Al menos limpio y barrido.

Después de varios intentos de contratar ayudantes, le dije a la señora que me limpia la casa si por favor podía venir conmigo a Sagunto para limpiar y adecentar un poco el santuario de la Milagrosa, en lo alto del Monte Picayo. Cogimos el cuadro, que resultó ser bastante grande y representativo, y lo más imprescindible de artículos de limpieza y nos fuimos en tren hasta Sagunto. Allí alquilamos un taxi diciéndole a quien guié y subimos.

Por el camino le dije al taxista lo que teníamos que hacer y que decidiera por lo que más le interesara: o quedarse y cobrar la espera o bajar y volver a subir a por nosotros.Decidió esperarse y cooperar con nosotros en la limpieza del santuario, que hizo con mucho interés y para mí con mucho amor a la Virgen. Se cumplió una vez más lo advertido en su día: "TENDRÁS DIFICULTADES PERO NO TEMAS, PUES YO ESTOY CONTIGO."

 Terminado el trabajo de limpieza y adecentamiento del santuario, se procedió a colocar el cuadro de la Virgen Milagrosa en el altar que por cierto lo puso el taxista. Se pusieron a los pies del cuadro un ramo de flores que llevaba de tela y así con ese sencillo pero entrañable acto de entronización quedaba cumplida la misión encomendada en su día de ser venerada la Virgen Milagrosa en el santuario a ella dedicado en el Monte Picayo, antes de terminar el mes de mayo de 1994.

Una vez más: "LA SANTÍSIMA VIRGEN, VENCEDORA DE TODAS LAS BATALLAS DE DIOS, HABÍA VENCIDO", de los enemigos que habían querido hacer desaparecer de la Comunidad Valenciana el único santuario dedicado a la Virgen Milagrosa, abandonándolo el año 1980.

Después de rezada la felicitación sabatina, estuve unos momentos mirándola y oyendo por última vez la voz interior de siempre esta vez en forma de inspiración más que de viva voz. Que prometía a los que el último domingo del mes de mayo y el día 27 de noviembre, fiesta litúrgica de la Virgen de la Medalla Milagrosa, suban a visitarla y, postrados a los pies del altar la veneren y con confianza y fervor se las pidan, obtendrán gracias especiales.

De esta inspiración nació la idea de que todos los años el último domingo de mayo y 27 de noviembre se organiza una romería que, saliendo de diferentes puntos de la Comunidad Valenciana. Se reúnen en torno a la Virgen Milagrosa en este su escogido santuario del Monte Picayo para rogarle con confianza y fervor que nos mire con ojos misericordiosos y nos ayude en nuestras humanas necesidades. Ha prometido gracias especiales a los que ese día suban a visitarla y ella siempre cumple lo que promete. ¡PRUÉBALO!.

De momento la Virgen, según su deseo, ya estaba en su santuario. Pobre pero limpio. Esa fue la primera noche que descansé y dormí bien, desde octubre de 1993.

En el mes de junio subió el carpintero para arreglar la puerta, que después de fortalecerla por dentro y por fuera, puso fuertes cerraduras y candados, quedando por fin cerrada la puerta, evitando con ello una posible profanación que me preocupaba y quería evitar a toda costa y que gracias a Dios conseguí.

A pesar de mi gran interés e intensa y preocupante búsqueda, nada había podido solucionarse respecto a los actuales propietarios o responsables del santuario del Monte Picayo y los adjuntos edificios.

En este compás de espera confiado estaba cuando, al fin, superando todas mis aspiraciones, aparece la grandiosa noticia, el padre Fernando, fundador y alma del santuario de la Virgen Milagrosa del Monte Picayo (Sagunto), a quien todos daban por muerto estaba en Reus, provincia de Tarragona. Mi alegría fue inmensa. De nuevo la protección de la Virgen, no me abandonó y una vez más, después de probar mi constancia en servirla, vino en mi ayuda. ¡Gracias Madre!.

Recabada la información tan deseada, tantas veces buscada y por tan diferentes medios, por fin ya estaba en mi poder de labios de su iniciador, fundador, alma y mantenedor del mismo, hasta que una enfermedad le alejó de su querido santuario, obligado por su voto de obediencia religioso que tiene hecho. También me entregó todo lo que había escrito al respecto desde el principio hasta la fecha y que tanto me sirvió para continuar luchando hasta conseguir hacer realidad la misión que se me encomendó en su día.

Transcurridos los primeros momentos de satisfacción y alegría, había que poner manos a la obra y trabajar en el santuario. Los bancos de madera para sentarse, rotos e inservibles, junto con la cómoda también de madera y un armario de hierro todo estropeado y fuera de uso. No había soporte ni urna de cristal para poner dignamente la imagen de la Virgen después de restaurada. En las pequeñas ventanas que dan luz y ventilación no había cristales. La puerta de entrada necesitaba una mano de pintura. Se había puesto una mirilla en la puerta, para que desde el exterior se viera el interior y la Virgen Milagrosa en su altar. 

Ante la pronta entrega de la imagen de la Virgen Milagrosa en restauración había que preparar un no lujoso pero sí digno soporte que, junto a una urna de cristal, sirviera para guardar y preservar del posible deterioro la imagen de la Virgen Milagrosa escogida para ser allí venerada.

Viendo cómo el carpintero hacía las cosas le dije si sería posible restaurar el mobiliario viejo. Al principio se resistió, pues verdaderamente aquello estaba inservible a todas luces. Pero después, como era para la Virgen que él también quiere mucho, aceptó. Y ahí están restaurados, pintados y pulimentados, dando un aspecto más acogedor y propio de un santuario. ¡En nombre de la Virgen, gracias carpintero!.

El día 8 de septiembre de 1994, fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen, me comunica el restaurador que la imagen ya restaurada la tenía a mi disposición para cuando quisiera retirarla. Unos días después la retiro y la tengo unos días en casa.

Aunque el santuario presentaba un aspecto bastante aceptable de orden y limpieza, no sucedía lo mismo en el altar. Para solucionar este problema, antes de subir la imagen lo primero que hice fue dirigirme a las religiosas Hermanitas de los Ancianos Desamparados de Valencia que contribuyeron confeccionando unos ramos de flor artificial.

Yo, por mi parte, compré unos candelabros de cerámica, a los que puse cuatro velas azules, improvisé un mantel para el altar con una sábana azul mía, cogí un crucifijo de plástico que tenía en casa y marché al santuario a preparar el altar para colocar la imagen de la Virgen.

El día 7 de octubre de 1994, fiesta de la Virgen del Rosario, fue el escogido para llevar la imagen. Con la colocación de la imagen de la Virgen Milagrosa, en la urna del altar, se había cumplido el deseo mandato que por medio de un providencial fenómeno extraordinario había empezado en lo alto de una estantería de libros, en la sala de lectura de la residencia de ancianos de Manises, el 24 de mayo de 1994, como se ha explicado anteriormente.

Para testimoniar la fe y esperanza en la intercesión de la Virgen, se encendieron dos luces que día y noche arden a sus pies, con la intención de pedirle favores y darle gracias por los ya concedidos.

Se continuó trabajando para mejorar en el embellecimiento y adorno del altar para el día 27 de noviembre de 1994, fiesta litúrgica de la Santísima Virgen de la Medalla Milagrosa. Se pusieron dos paneles, uno a la derecha y otro a la izquierda, con la historia de las dos apariciones en París, escritas por santa Catalina Labouré, que las vivió personalmente; y dos pequeños cuadros, uno de san Vicente de Paúl y otro de santa Catalina Labouré. Posteriormente también se puso un cuadro con unas fotos de cómo está en la actualidad el santuario de las apariciones de la Virgen Milagrosa, en París (Francia).

Para no hacer más largo este pequeño trabajo, escrito sólo y exclusivamente para informar de lo sucedido a los que lo quieran leer, se deja a la consideración de los que visitaron este santo lugar durante los años que estuvo completamente abandonado comparen la diferencia de entonces a ahora.

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