17 de febrero de 2023

Nuesra Señora de Uxue

Del blog Sembrar el Camino:

A escasos 50 kilómetros de la ciudad de Pamplona (Navarra) se alza un inigualable conjunto medieval con una de las iglesias fortalezas mejor conservadas en esta tierra y desde cuya cumbre se puede divisar una impresionante panorámica que abarca a casi toda Navarra….y desde donde casi se toca con el dedo el mismo cielo.

Cuenta la leyenda cómo una paloma entraba y salía del agujero de una peña. Un zagal que pastoreaba movido por la curiosidad se acercó con la intención de espantarla.. Al comprobar como la paloma seguía con su aleteo insistente; se acerca y contempla esa bella imagen románica de Ujué, parece provenir del euskera Uxue, que en castellano significa paloma. Sobrecogido por el impacto de la aparición de la efigie mariana avisa a la población, donde hoy se encuentra la ermita de la Blanca, y todo el pueblo cambia de lugar. Así nace la Villa de Ujué. La Virgen dio nombre a este pueblo de la Navarra Media.

Es hierática pero serena y se nos muestra sentada como aquella que sabe acoger y esperar a sus hijos peregrinos (cansados de la vida ) con amor de Madre, con brazo poderoso y a corazón abierto.

Su rostro es moreno pero con la claridad y la dulzura de destellar el amor divino en sus ojos. El lugar donde se asienta ha cristalizado, en amores y oraciones, besos y súplicas, llantos y amarguras, en esmaltes y platas, piedras de colores y armas, el amor y el homenaje de Navarra a una de las Vírgenes más querida y venerada desde siglos.

La Virgen de Ujué, del siglo XI, es de madera y el rey Carlos II mandó recubrirla de plata y piedras de colores. A sus pies, y mirando al altar, quiso ese monarca que descansara para siempre su corazón. El Niño lleva en su mano el Evangelio y la Virgen una flor de lis. Fue coronada canónicamente el 8 de septiembre de 1952.

En los domingos siguientes a San Marcos cientos y miles de entunicados, con la cruz sobre sus hombros, suben penitentes hasta esta cumbre de Ujué siguiendo la tradición y el consejo de sus mayores.

Lo hacen porque saben que la Virgen, desde ese santuario encumbrado casi en el mismo cielo, recoge una a una peticiones y deseos, proyectos y oraciones, acción de gracias y cantos, sacrificios y penitencias, historias, presente y futuro. Mira, uno a uno, los rostros anónimos que vibran de fe.

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