Los cuadros, las esculturas o los tapices no son meros objetos que podemos contemplar en museos, iglesias o palacios. Además del valor artístico que presentan, lo que ya de por sí los hace únicos e irrepetibles, todos estos elementos nos ayudan también a comprender el devenir del paso del tiempo, explicando las razones de lo que somos y de dónde venimos. Su principal razón de ser reside en su memoria, en la historia que se esconde en su interior y que hace que todos estos objetos puedan brillar todavía más. Uno de los ejemplos más claros lo podemos encontrar en Málaga, la ciudad andaluza que se abre al Mar Mediterráneo y que conserva una joya del arte policromado del siglo XV y a la que rinden culto como excelsa patrona: Santa María de la Victoria.
Son muchas las advocaciones marianas que podemos encontrarnos en las iglesias y templos católicos, teniendo todas ellas un significado. En el caso de la patrona malacitana, representa a la Virgen María sosteniendo al Niño en su rodilla. Es en su historia y origen donde encontramos el significado de su denominación. La talla fue entregada por los propios Reyes Católicos a la ciudad de Málaga tras su conquista en agosto de 1487, otorgándole la advocación de "La Victoria" en honor y gloria de su triunfo sobre los musulmanes. En la biografía de la talla de esta Virgen se entremezcla la historia con posibles toques de leyenda, formando parte todo ello de una devoción muy arraigada y extendida que también se materializó en el arte.
Uno de los pilares fundamentales del reinado de Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón fue la recuperación del Reino nazarí de Granada, poniendo fin a lo que buena parte de los historiadores denominan Reconquista. Este territorio estaba conformado también por la ciudad de Málaga, uno de los puertos principales en el Mediterráneo, mar que por aquel entonces todavía seguía teniendo un papel fundamental en las relaciones comerciales al no haber tenido lugar todavía el Descubrimiento de América. Por tanto, la toma de Málaga fue una pieza más de la Guerra de Granada, que se desarrolló durante una década, concretamente entre 1482-1492.
La toma de Málaga, como así se conoce a la reconquista de la ciudad por parte de los Reyes Católicos, comenzó el 7 de mayo de 1487 y finalizó el 18 de agosto de ese mismo año, tras haber sometido a la urbe a un largo asedio. Fue uno de los episodios más duros de la Guerra de Granada, controlado directamente por Fernando II de Aragón, que instaló el campamento en las cercanías, al norte de la población, concretamente en la Huerta del Acíbar. Fue allí donde se gestó precisamente el comienzo de la devoción a la Virgen de la Victoria.
Durante la contienda, la tradición o leyenda sostiene que el Rey Fernando recibió en sueños la aparición de la Virgen María, que le anunció que, con la llegada de unos monjes al campamentos, las tropas cristianas alcanzarían la victoria sobre los musulmanes y se pondría fin al conflicto. En esta ensoñación, Nuestra Señora sostenía a su hijo y ambos estaban coronados, como símbolo de su realeza celestial, acompañados de una palma que simbolizaba el triunfo en la guerra. Daba la casualidad que esta representación era muy similar a la que acompañaba al propio Monarca en su oratorio de campaña.
Dejando a un lado el relato anterior, lo cierto es que hay constancia de la llegada de un grupo de monjes al campamentos del Rey Fernando en agosto de 1487. Se trataba de doce frailes de la Orden de los Mínimos, que había sido fundada hacía escasas décadas por San Francisco de Paula. El objetivo de su viaje era solicitar licencia a los Reyes Católicos para poder establecerse en sus reinos, lo cual sería concedido más adelante. Por el momento, la prioridad era poner fin a la contienda, como así terminó ocurriendo el 18 de agosto de 1487. Dos días más tarde, los obispos de Ávila, Badajoz y León entraron en procesión en la nueva ciudad de la Corona de Castilla, para tomar posesión de ella. El sueño del Rey Fernando se había cumplido.
Los obispos a los que se encomendó la toma de posesión oficial de la ciudad tuvieron como primer objetivo la consagración de la mezquita mayor de Málaga al culto católico, concretamente a la advocación de Santa María de la Encarnación. A ello le siguió la fundación de otras tres parroquias, con las que comenzó a organizarse la nueva diócesis y el proceso de cristianización. Sin embargo, los Reyes Católicos no olvidaron tampoco el sueño que había tenido el Rey Fernando días antes de la toma de ciudad.
En el lugar en el que se había asentado el campamento del Rey de Aragón, los monarcas ordenaron construir una ermita en la que depositaron la imagen de la Virgen con el Niño, a la que dieron la advocación de Santa María de la Victoria, en honor de su triunfo frente a los musulmanes. La imagen se llevó en procesión por las calles de la nueva urbe castellana cuando esta fue conquistada y en la base de la misma se inscribió su denominación, para perpetuo recuerdo de su origen. La mencionada capilla, por disposición de los Reyes Católicos, fue entregada en 1491 al ermitaño Bartolomé de Coloma, aunque este no sería el único cambio que vivió.
Una vez finalizada la Guerra de Granada, en 1493 los Reyes Católicos concedieron a la Orden de los Mínimos licencia para asentarse en sus reinos. Málaga fue la ciudad por la que comenzó su historia en Las Españas. De hecho, los monarcas de Castilla y Aragón les entregaron los terrenos adyacentes a la ermita en la que se daba culto a la Virgen de la Victoria para que construyeran su primer monasterio, lo cual hicieron a comienzos del siglo XVI. Desde entonces, la historia de esta orden religiosa en España ha quedado vinculada a la advocación mariana de La Victoria, fundando otras tantas casas con esta misma denominación por el resto de su geografía.
El principal elemento de culto en el recién fundado monasterio de los Mínimos en Málaga fue la Virgen de la Victoria. Se trata de una talla de bulto, realizada en madera policromada, datada de finales del siglo XV. La autoría de la obra es anónima, siendo varios los estudios que se han llevado a cabo para tratar de esclarecerlo y atribuirle el nombre de algún maestro. Entre ellos, podemos destacar a Juan de Figueroa, que trabajó como escultor junto a los Reyes Católicos, aunque hay quienes son partidarios de atribuir la talla a Jorge Fernández Alemán, cuyo taller se encontraba situado en Sevilla, teniendo algunas de sus obras facciones similares a la Patrona malagueña.
No hay que dejar pasar por alto una de las teorías que con más fuerza recogen los autores en sus estudios. Se trata de la posibilidad de que la talla que contemplamos fuera regalada por el Emperador Maximiliano I, padre de Felipe de Austria y suegro de la Reina Juana I de Castilla, al Rey Fernando de Aragón. Se sabe que el consuegro de los Reyes Católicos les había enviado desde Flandes un cargamento con pólvora, artilleros y demás elementos para apoyarles en la guerra, además de campanas e imágenes religiosas para las nuevas iglesias que fundasen en las poblaciones que iban conquistando. A pesar de este dato, no se puede afirmar que la talla de la Patrona de Málaga viniera en este cargamento.
Otra de las curiosidades sobre la Virgen de la Victoria es el Niño Jesús que descansa en su rodilla, pues no es el original que tenía la talla. Se trata de una pieza neobarroca que se diferencia del gusto gótico-renacentista del resto de la escultura mariana. Durante el Barroco, Santa María de la Victoria se incorporó al gusto de vestir la imágenes con sendos mantos y ropajes, sacando al Niño de la escultura, que se presentaba de forma independiente, lo que provocó que el original se perdiera. Así fue como los malacitanos la veneraron hasta 1934, cuando se decidió abandonar definitivamente esta práctica tan andaluza y presentar de nuevo la imagen al completo, con toda su policromía, encargando para ello una nueva talla del Niño Jesús para colocarlo sobre su rodilla.
Cabe destacar que la Virgen de la Victoria siempre ha sido considerada la Patrona de Málaga, pero esto no fue reconocido oficialmente por el Papa Pío IX hasta 1867. Cabe destacar que el patronazgo también lo ejerce de la comunidad española de la Orden de Mínimos, que comúnmente se les ha conocido siempre como "vitorios". La imagen fue coronada el 8 de febrero de 1943 por el nuncio apostólico Monseñor Cicognani, siendo la única advocación mariana de la ciudad que cuenta con la distinción de coronación pontificia, recalcando su importancia. Su festividad se celebra cada 8 de septiembre, coincidiendo con la fiesta de la Natividad de Nuestra Señora.
La primitiva ermita que se construyó por disposición de los Reyes Católicos en el mismo lugar en el que el Rey Fernando había tenido asentado su campamento y donde la leyenda dice que tuvo aquel revelador sueño, fue evolucionando con el paso de los siglos, hasta convertirse en la Basílica, Real Santuario y Parroquia de Santa María de la Victoria que es hoy en día, siendo todavía una de las iglesias más importantes de Málaga, al ser casa y hogar de la devoción a la Patrona de la ciudad. De la primera iglesia que se levantó en el siglo XVI, apenas quedan restos, ya que fue profundamente reformada a finales del siglo XVII y principios del XVIII.
El Santuario de la Victoria es un conjunto barroco que destaca por su austera arquitectura exterior, pero que se presenta majestuoso y portentoso en su interior, con multitud de detalles que a los visitantes que se acercan hasta él les provoca un verdadera stendhalazo. Uno de los espacios más destacados, posiblemente el más importante desde un punto de vista religioso, es la torre-camarín. Se trata de toda una novedad que luego fue repetida en otras iglesias de España, un espacio independiente desde donde se puede dar culto a la Virgen, sin necesidad de estar en la nave, pero desde donde también es posible contemplar al mismo tiempo la talla a través de la hornacina central del retablo mayor.
En el camarín de la Virgen de la Victoria sobresale la cúpula octogonal de estilo rococó, el principal elemento del espacio que llega incluso a quitar protagonismo a la propia talla. Se trata de un conjunto de yeserías sobre un fondo azul, color tradicionalmente asociado a la Virgen María, con diversidad de formas: desde las vegetales, hasta los querubines tan repetidos en este tipo de espacios. En el zócalo del camarín, diversos azulejos van narrando la intervención de la Virgen de la Victoria en la conquista de Málaga en 1487. Los visitantes quedan impactados, sin saber dónde dirigir la mirada ante la cantidad de arte que se presenta ante ellos.
Del mismo modo, nadie que visite el Santuario de la Victoria puede irse sin visitar el Panteón de los Condes de Buenavista. Gozaron del privilegio de ser enterrados en la iglesia ya que, gracias a su patrocinio e intervención, el templo pudo desarrollar la importante reforma a la que se le sometió en el siglo XVIII, siendo lo que hoy en día contemplamos y disfrutamos. La cripta se puede considerar otra obra cumbre del barroco español, toda una oda al arte fúnebre en el que el sentimiento lúgubre se aprecia nada más acceder al espacio. Sus sepulcros están bellamente decorados, pero lo más impactante son las calaveras de yeso que destacan sobre el fondo negro del lugar, en el que todos los detalles están cuidados hasta el extremo.
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