30 de marzo de 2022

Nuestra Señora Esposa del Espíritu Santo

 Del sitio Caballeros de la Virgen:

La palabra “esposa” expresa la relación íntima y estrecha entre Nuestra Señora y el Espíritu Santo. Esta unión íntima y única tuvo lugar en el momento de su Inmaculada Concepción en el vientre de Santa Ana.

En esta unión mística y a través de ella, Dios mantuvo a María libre del pecado original. También la llenó de una abundancia de gracia tal que le permitiera un día convertirse en Madre de Dios.

El especial relacionamiento de la Santísima Virgen con el Espíritu Santo debe llenarnos de una confianza inquebrantable, pura y creciente en la omnipotencia de su súplica.

Lo que Dios quiere de ti, alma que eres su imagen viva, comprada con la Sangre de Jesucristo, es que llegues a ser santa, como Él, en esta vida, y glorificada, como Él, en la otra.

Todo se reduce, pues, en encontrar un medio fácil con que consigamos de Dios la gracia necesaria para ser santos, y éste es el que te voy a enseñar. Digo, pues, que para encontrar esta gracia de Dios hay que hallar a María. Por las siguientes razones:

Dios la ha escogido por tesorera, administradora y dispensadora de todas las gracias, de suerte que todas las gracias y dones pasan por sus manos, y conforme al poder que ha recibido reparte Ella a quien quiere, como quiere, cuando quiere y cuanto quiere, las gracias del Eterno Padre, las virtudes de Jesucristo y los dones del Espíritu Santo.

Así como en el orden de la naturaleza es necesario que tenga el niño padre y madre, así en el orden de la gracia es necesario que el verdadero hijo de la Iglesia tenga por Padre a Dios y a María por Madre; y el que se jacte de tener a Dios por padre, sin la ternura de verdadero hijo para con María, es un engañador.

El Espíritu Santo, que se desposó con María, en Ella, por Ella y de Ella, produjo su obra maestra, el Verbo encarnado Jesucristo, continúa produciendo todos los días en Ella y por Ella a los predestinados, por verdadero aunque misterioso modo.

María ha recibido de Dios particular dominio sobre las almas, para hacerlas crecer en Él.

La Iglesia aplica a la Virgen Santísima las siguientes palabras del Eclesiástico “He arraigado en un pueblo glorioso, en la porción del Señor, en su heredad”. (cfr. Ecl.24, 13). Quienquiera, pues, que sea elegido o predestinado, tiene a María por moradora de su casa, es decir, de su alma y la deja echar raíces de humildad profunda, de caridad ardiente y de todas las virtudes.

De dos maneras puede un escultor sacar al natural una estatua o retrato: primera, con fuerza, saber y buenos instrumentos puede labrar la figura en materia dura e informe; y segunda, puede vaciarla en un molde. Largo, difícil y expuesto a muchos tropiezos es el primer modo, pues un golpe mal dado de cincel o de martillo, basta, a veces, para echarlo todo a perder. Pronto, fácil y suave es el segundo, casi sin trabajo y sin gastos, con tal que el molde sea perfecto y que represente al natural la figura; con tal que la materia de que nos servimos sea maleable y de ningún modo resista a la mano.

El gran molde de Dios, hecho por el Espíritu Santo, para formar al Hombre-Dios, es María. Ni un solo rasgo de divinidad falta en este molde; cualquiera que se meta en él y se deje modelar, recibe allí todos los rasgos de Jesucristo, verdadero Dios; y esto de manera suave y proporcionada a la debilidad humana, sin grandes trabajos ni agonías; de manera segura y sin miedo de ilusiones, puesto que el demonio no tuvo ni tendrá jamás entrada en María, Santa e Inmaculada, sin la menor mancilla de culpa.

Feliz y mil veces feliz es en la tierra el alma a quien el Espíritu Santo revela el Secreto de María para que lo conozca, a quien abre este huerto cerrado, para que en él entre, y esta fuente sellada para que de Ella saque el agua viva de la gracia y beba en larga medida de su corriente. Puesto que en todas partes está Dios, en todas se le puede hallar: pero no hay sitio en que la criatura pueda encontrarle tan cerca y tan al alcance de su debilidad como en María, pues para eso bajó a Ella.

Nadie, pues, se imagine, como afirman algunos, que María, por ser criatura, es impedimento para la unión con el Creador. No es ya María quien vive, es sólo Jesucristo, es sólo Dios quien vive en Ella. La transformación de María en Dios excede a la de San Pablo y otros santos, más que el cielo se levanta sobre la tierra. Sólo para Dios nació María, y tan lejos está de retener consigo a las almas que, por el contrario, hace que remonten hasta Dios su vuelo, y tanto más perfectamente las une con Él, cuanto con Ella están más unidas”.

El Espíritu Santo, tesoro de bondad y amor; 

pp. 19-24

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