29 de diciembre de 2021

Nuestra Señora del Rosario de Yauca

 

Del sitio El Perú necesita de Fátima:

A comienzos del siglo XVIII, en la inmensa y desolada pampa de Yauca, que se extiende al sureste de la ciudad de Ica, fue encontrada escondida entre matorrales por los lugareños una pequeña escultura de Nuestra Señora del Rosario, con el Niño Jesús y un rosario nacarado en sus manos. Se presume que la imagen, de aproximadamente 60 cms. de altura, fue abandonada por arrieros que al bajar de la serranía ayacuchana se perdieron en medio del desierto iqueño. 

Según los testigos presenciales, que suscribieron un acta con los hechos que hemos narrado, el acontecimiento ocurrió el 3 de octubre de 1701. Gracias al documento sus nombres no quedaron en el olvido; fueron ellos Nicolás Ortega, Diego Gutiérrez y Francisco Córdova.

Pensaron entonces en trasladarla a Ica, pero al intentar levantarla no lo consiguieron. Interpretaron el hecho como un deseo de la Madre de Dios de permanecer en aquellos descampados. Con la ayuda de Calixto Muñoz le edificaron una sencilla capilla en las inmediaciones; y fue sólo después de una plegaria suya que la imagen se dejó conducir suavemente a su nueva morada, ante el asombro de toda la concurrencia. La noticia corrió por valles y montañas, y desde entonces la Virgen de Yauca es venerada por sus hijos iqueños, que la hicieron su Patrona, y especialmente en el mes de octubre le tributan filial y cálida devoción. 

A lo largo de tres siglos la Reina y Señora de Ica ha obrado maravillosas curaciones, tanto en el cuerpo como sobre todo en el alma de aquellos que con fe viva a Ella acuden. Gran propagador de su devoción fue el Siervo de Dios Fray José Ramón Rojas de Jesús María (1775-1839), más conocido como el Padre Guatemala, quien desde 1835 hasta su muerte fue asiduo peregrino a Yauca, cubriendo la distancia a pie dos o tres veces por semana. 

El imponente Santuario que hoy cobija a Nuestra Señora de Yauca se debe al esfuerzo y piedad de Mons. Francisco Rubén Berroa y Bernedo, primer obispo de Ica, y al entusiasmo y la generosidad de miles de devotos que contribuyeron con las limosnas necesarias para su edificación. Iniciados los trabajos en diciembre de 1947, se terminó de construir en febrero de 1951. En su interior se guarda también una réplica de la imagen conocida como la peoncita, pues es la encargada de recoger las ofrendas de los fieles.

La Virgen del Rosario de Yauca fue coronada canónicamente en agosto de 1988 durante el Primer Congreso Eucarístico Mariano, recibiendo la Corona de Oro de manos del Cardenal Legado, Mons. Juan Landázuri Ricketts

Una semana antes de su fiesta, que se celebra el primer domingo de octubre, tiene lugar el tradicional barrido. Esta costumbre, que viene de antaño, surgió de la necesidad de mantener limpio el templo y sus alrededores para las celebraciones, y es realizado por voluntarios que retribuyen de esa manera a la Virgen del Rosario los favores recibidos. A modo penitencial, aún hoy en día, muchos peregrinos recorren a pie, generalmente en grupos, los 30 Km. que separan a la ciudad de Ica del Santuario. Los más piadosos recitando los misterios del Santo Rosario, así como diversas letanías y entonando cánticos marianos. 

Sin embargo, la inmensa orfandad espiritual en que viven muchos católicos ha sido causa también de lamentables desvíos en la devoción: no faltan los que se embriagan y quienes pretenden transformar esta manifestación de fe en una ocasión más para hacer negocios. Una verdadera muchedumbre llega todos los años a Yauca sin saber explicitar bien los motivos que la inspiran, y el clero desperdicia una ocasión extraordinaria para hacer volver al redil a tanta oveja descarriada o desorientada. No obstante, causa admiración que a pesar de la desidia del tiempo, la ingratitud de las autoridades, la persecución de las sectas, el relajamiento de las costumbres y la devastación del progresismo, esta devoción no haya sido sepultada por la arena del olvido. Todo lo contrario: cada año cobra mayor importancia. Es sin lugar a dudas la Santísima Virgen que, desde su trono de Yauca, derrama sus espléndidas gracias y prepara a sus hijos para el advenimiento de los acontecimientos previstos por Ella en Fátima

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