26 de octubre de 2019

Nuestra Señora de Torreciudad

Del sitio del Opus Dei:

Promovido por San Josemaría, y gracias a la ayuda de miles de personas, el Santuario de Torreciudad se inauguró el 7 de julio de 1975. Torreciudad (España) es un santuario dedicado a la Virgen María, situado en Huesca. Cerca de una ermita que data del siglo IX, el fundador del Opus Dei quiso que muchas personas se acercaran aquí a Dios.

La historia de Torreciudad llega viva hasta nuestros días, y recogió a comienzos del siglo XX un nuevo capítulo, inserto plenamente en una tradición de siglos de fe cristiana y piedad mariana. Este episodio se halla íntimamente ligado a la vida del Fundador del Opus Dei, y en él se inscribe la construcción del nuevo santuario donde hoy se rinde culto a la Madre de Dios, bajo la advocación de Nuestra Señora de Torreciudad, Reina de los Ángeles.

Este capítulo es también parte entrañable de la historia del Opus Dei, y se abrió en 1904, en Barbastro (Huesca, España). San Josemaría Escrivá de Balaguer, cuando apenas tenía dos años de edad, contrajo una grave enfermedad y fue desahuciado por los médicos. Éstos, perdida ya toda esperanza, anunciaron a los padres que al niño le quedaban pocas horas de vida. En esos momentos de ansiedad, cuando los medios humanos ya nada podían, la madre, doña Dolores Albás, pidió confiadamente a Nuestra Señora de Torreciudad —por la que sentía gran devoción— el favor de la curación de su hijo, prometiéndole que, si se salvaba, lo llevaría a la ermita para ofrecerlo a la Virgen, en peregrinación de acción de gracias.

Nuestra Señora acogió su oración. La noche en que el médico había abandonado la casa la enfermedad hace crisis y comienza a remitir. Cuando a la mañana siguiente vuelve el doctor Camps y, en tono ya de condolencia, pregunta: —“Pepe, ¿a qué hora ha muerto el niño?”, los padres contestan con alegría: “No solo no ha muerto, sino que está perfectamente”. El alborozo fue grande en la casa, y el agradecimiento a la Virgen también. Los padres cumplieron puntualmente su promesa. No era fácil, por los caminos de entonces, llegar desde Barbastro a Torreciudad; y el viaje se hacía más incómodo, y hasta peligroso, en la última parte del recorrido, cuando había que seguir los vericuetos de un escarpado sendero que remontaba a media altura las empinadas laderas de la hoz del Cinca. La memoria de aquella romería permaneció viva en el hogar de los Escrivá, y allí, Josemaría oiría más tarde el relato de la aventura. Se le quedó muy grabada, y habría de recordarla a menudo: “Me trajeron mis padres —contaba—. Mi madre me llevó en sus brazos a la Virgen. Iba sentada en la caballería, no a la inglesa, sino en silla, como entonces se hacía, y pasó miedo porque era un camino muy malo”.

Torreciudad ha sido, desde tiempo inmemorial, punto de encuentro de piedad mariana: millares de personas se han postrado a los pies de la Virgen de Torreciudad durante nueve siglos para solicitar su amparo y agradecer los favores recibidos. A esta larga historia se quiso sumar San Josemaría Escrivá de Balaguer. Bajo su impulso espiritual y con el deseo de difundir la devoción a la Madre de Dios, se levantó un nuevo santuario como lugar de conversión bajo el amparo de la Santísima Virgen, y se abrió al culto en 1975. El santo esperaba frutos espirituales: gracias que el Señor querrá dar a quienes acudan a venerar a su Madre Bendita en su Santuario. Esos son los milagros que deseo: la conversión y la paz para muchas almas. Con ese fin, dispuso que se construyeran las capillas de confesonarios y que todo se cuidase para rezar con paz y devoción.

Los inconvenientes para plantear un santuario de envergadura eran de gran entidad: la lejanía de cualquier núcleo de población de cierto tamaño le privaba de una feligresía habitual; un sendero tortuoso y peligroso desde el pueblo de Bolturina era el único camino de acceso; no había luz ni agua corriente, y el Cinca corría por un congosto ochenta metros por debajo. Por eso, el proyecto inicial consistió en una sencilla casa de convivencias junto a la ermita original. Sin embargo, la perspectiva histórica del Fundador del Opus Dei y una fe y amor marianos muy grandes, que fueron lo más importante, hizo que se ampliaran las dimensiones de los elementos previstos y que se añadieran otros. Movilizó a muchas personas que contribuyeron con su oración y limosnas a convertir aquel sueño (una locura de amor, le gustaba decir) en realidad. Y no era fácil imaginar que un lugar casi despoblado y escarpado, sin accesos para el tráfico rodado, lejos de las vías habituales de comunicación del Altoaragón y sin ninguna ciudad o pueblo importante cerca, pudiera convertirse en frecuente punto de encuentro para muchas personas de procedencia muy diversa. “No lo hagas pequeño, yo no lo veré, pero vosotros veréis que acabarán llegando miles de peregrinos”, le decía San Josemaría al arquitecto, Heliodoro Dols. Y a pesar de las dificultades, cuarenta años después se cuentan los visitantes por cientos de miles cada año.

Este nuevo santuario es el último homenaje que San Josemaría hizo en esta tierra a la Virgen, en cierto modo, en palabras de Mons. Álvaro del Portillo, fue la última piedra de su devoción mariana. Quiere ser manifestación de un gran amor a María y del deseo de que muchas personas la conozcan y la amen. Junto a una creciente promoción social del entorno, gracias también a la colaboración de muchos, el santuario buscará siempre su fin apostólico, como decía San Josemaría: A la Virgen de Torreciudad no le pediremos milagros externos. En cambio, sí que nos dirigiremos a Ella para que haga muchos milagros interiores, cambios en las almas, conversiones.

No hay comentarios:

Publicar un comentario