9 de mayo de 2019

Nuestra Señora de Treggiaia o Nuestra Señora de los Niños

Del sitio Aleteia:
El 21 de julio de 1451 en la ciudad italiana de Treggiaia, sucedió un evento extraordinario. La Virgen María quiso aparecerse a una pobre mujer desesperada que estaba a punto de suicidarse tirándose al río. Esta mujer era una joven mamá que acababa de perder a su tercer hijo, tras haber fallecido sus anteriores dos pequeños niños sin enfermedad previa ni causa aparente.
Con el nacimiento del tercero, el esposo de la mujer, que atribuía la muerte de los otros niños a su negligencia, la amenazó de muerte si le sucedía algo al recién nacido.
Esta mamá vigilaba constantemente a su pequeño hijo con mucha esperanza, con mucho amor, y a la vez con gran temor. Así que es de imaginarse el inmenso tormento y terror que experimentó cuando un día, al regresar a casa para alimentar a su bebé, lo encontró frío como un cadáver. Desesperada de dolor por la pérdida de su hijo, y por miedo a las amenazas de su marido, corrió hacia el río Roglio, con la intención de terminar con su vida.
Mientras corría frenéticamente por el camino, se le apareció una mujer de noble porte que la convenció amorosamente para que no siguiera, y la acompañó a su casa, asegurándole que su pequeño hijo aún estaba vivo.
Al llegar, encontraron el niño inmóvil y sin vida, pero tan pronto como la Virgen lo tomó entre sus brazos, comenzó a respirar y su cuerpecito comenzó a moverse de nuevo.
La alegría de la madre fue inmensa y después de haber agradecido a la piadosa Benefactora con toda su alma, le preguntó por su nombre y dónde vivía, para poder darle una prueba de su gratitud. Ella contestó: “Me llamo María y vivo en Cigoli, entre Roque y Miguel”; y luego de decir esto, desprendiendo rayos de luz, desapareció.
Días después la mamá se dirigió a Cigoli con una canasta de alimentos para agradecer a la Señora. Dio vueltas por todo el pueblo, pero no encontraba a dama alguna llamada María en todo el lugar que se pareciera a su Señora. Cansada, fue hasta la iglesia y allí la descubrió: la mujer no pudo contener sus lágrimas al reconocer en la imagen de la Virgen María a la amada y piadosa bienhechora que había resucitado su hijo.
Desde entonces son muchas las mamás que llegan al santuario de la Virgen de los niños, para agradecer el don de la maternidad o para pedirle este don.

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