15 de febrero de 2019

Nuestra Señora de la Consolata

Del sitio El amigo Ignis:
La devoción a Nuestra Señora de la Consolata se inicia en Turín, Italia, en los primeros siglos del cristianismo. Cuenta la tradición que fue san Eusebio, desterrado a Palestina por el emperador Constancio, quien a su regreso a Turín en el año 354, le obsequió a su amigo san Máximo, una imagen de la Virgen María que, como también cuenta la historia, fue pintado por san Lucas.
San Máximo ubicó el cuadro en una capilla, lindera de la Iglesia dedicada a San Andrés. Desde ese instante el pueblo de Turín comenzó a venerar a la Virgen María bajo el título de Consoladora que, traducido en dialecto local y popular devino en Consolata.
Los obispos de Turín confiaron la imagen de la Consolata a los Padres Benedictinos en el año 840, dos acontecimientos contribuyeron a su desaparición:
Primero, hubo que esconderla, debido a la persecución y destrucción de imágenes por parte de los iconoclastas.
En segundo lugar, por una guerra, que destruyó el templo de San Andrés y la capilla donde estaba la imagen, dejándola sepultada bajo los escombros y, por tanto, los fieles fueron olvidando la existencia de esa imagen.
Sin embargo, la devoción a la Virgen de la Consolata permaneció viva en la memoria de los fieles, quienes se siguieron encomendando a ella.
Muchos años más tarde, Arduino, por un tiempo rey de Italia, rescató esa imagen y erigió una nueva capilla para la Virgen Consolota, en agradecimiento a una curación milagrosa y en respuesta al pedido que la misma Virgen le había expresado en una visión. Al cabo de unos años, esa capilla también fue destruida y la imagen desapareció por segunda vez.
En el año 1104, la Virgen se le apareció a un ciego de nacimiento en Briançon, Francia. Su nombre era Jean Ravais (o Ravache), a quien Nuestra Señora le prometió devolverle la vista cuando llegara al lugar que Ella le indicara y donde encontraría la imagen de la Virgen perdida.
Jean Ravais así lo hizo y luego de un largo viaje llegó a Turín. El lugar indicado por la Virgen era la torre de una Iglesia destruida.
El 20 de junio, Jean Ravais acompañado por la expectativa y devoción del pueblo de Turín, con la presencia del Obispo y Sacerdotes, se comenzó las excavaciones, realizada por voluntarios ansiosos de encontrar a la Madre.
La imagen perdida de la Virgen de la Consolata apareció debajo de las ruinas en perfecto estado.Como bien explicitan las crónicas de la época, fue el mismo Obispo quien la sacó de entre los escombros y la expuso a la vista de todo el pueblo allí congregado, exclamado:"¡Ruega por nosotros, Virgen Consoladora!" A lo que la gente respondió: "Intercede por tu pueblo".
En ese instante al atardecer del 20 de Junio de 1104, en presencia de autoridades y del pueblo,el ciego Jean Ravais recobró la vista.
En el lugar se construyó una basílica que se convirtió en la pieza central de la fe y la religión en Turín durante los duros días del asedio franco-español. La ciudad se encomendó a la Virgen de la Consolación para su propia salvación y se realizaron ofrendas votivas. Su posición geográfica, tan cerca de los muros de la ciudad, hizo al santuario vulnerable a los fuertes bombardeos del Asedio de Turín de 1706, pero, a pesar de esto, el templo se salvó de la destrucción. Tras este evento, la Virgen de la Consolata fue proclamada "Patrona de Turín" conjuntamente con San Juan Bautista (el histórico patrono de la ciudad).
Tras una epidemia de cólera en 1835, la Administración Comunal hizo votos al Santuario della Consolata para obtener de la Divina Misericordia la liberación de la enfermedad del cólera, o la disminución del mal en sus efectos, o el alivio que Dios quisiera conceder a esta Ciudad.
Los grandes beatos y santos turineses han estado a lo largo de los siglos muy vinculados al Santuario de la Consolata. Entre ellos, San José Cafasso, que está enterrado en el interior del santuario,San Juan Bosco y San Leonardo Murialdo que acudían al templo con frecuencia, además, del beato José Allamano, fundador de la Misión de la Consolata, que fue rector de la basílica desde 1880 hasta 1926.
Hoy, la Virgen del Consuelo no sólo es venerada por muchísimos fieles que a ella imploran gracia y consuelo y que con fe y con devoción participan en la procesión que, todos los años durante su celebración, sale del Santuario y serpentea por las calles de la ciudad. También es patrona de toda la archidiócesis de Turín y del Piamonte. Ella es también la Madre inspiradora de los Misioneros de la Consolata que, en su nombre, se empeñan en llevar el Evangelio por todo el mundo.
El Santuario de la Consolata tiene una historia muy antigua. Junto a la basílica se encuentran los restos de una de las torres de las murallas de la antigua Julia Augusta Taurinorum (nombre que los romanos dieron a la ciudad de Turín). Aquí, como se señaló, en el siglo V, el obispo Maximus erigió (probablemente sobre los restos de un antiguo templo pagano), erigió una pequeña iglesia dedicada a San Andrés Apóstol, con una capilla a su lado dedicada a la Virgen. En ella se colocó la imagen de la Virgen María y el Niño Jesús que habría pintado San Lucas.
La tradición aseguraba que el templo era el más antiguo monumento arquitectónico de Turín, después de los restos de los edificios romanos. Más de mil años más tarde, fue construida una nueva iglesia en estilo románico con tres naves, que es sede de una abadía. La gran devoción que une a la ciudad con este santuario se origina a partir de una pintura de la Virgen, de la que todavía se conserva una copia póstuma en la cripta del santuario. La iglesia fue restaurada y elevada al rango de Basílica menor. La imagen de la Virgen y el Niño fue solemnemente colocada en el interior de la basílica. Bajo la guía de monseñor Allamano, rector desde 1880, se realizó en 1882 la última gran ampliación del santuario, obra del arquitecto Carlo Ceppi y del ingeniero Antonio Vandone (1899-1904).

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