Del sitio Reina del Cielo:
La Virgen María aparece frente a millones de testigos, se la fotografía, se transmite por televisión su presencia, recibe aprobación del Patriarca (autoridad máxima) de la Iglesia Ortodoxa Griega, ya que su aparición se produce sobre la cúpula de la Iglesia de la Virgen, perteneciente al culto ortodoxo. ¿Puede usted creer que esto ocurra y no sea un hecho conocido por los cristianos de todo el mundo como un hito fundamental de nuestra vida religiosa?
Muchas de las apariciones de nuestro siglo siguen el mismo destino: la condena a la no difusión, a ser guardadas bajo siete llaves por los medios de comunicación, a pesar del evidente mensaje celestial, que de este modo se presenta ante todos nosotros.
Cada aparición es única, tiene un sentido, una expresión y una forma de contacto con nosotros, absolutamente única.
Sin embargo, el mensaje se repite una y otra vez: darnos testimonio vívido de la Presencia Celestial, para despertar nuestra adormecida Fe y nuestra conciencia de la existencia de Dios, cercana, cotidiana.
En el caso de Zeitun, El Cairo, Egipto, María se presenta ante nosotros en todo su esplendor, Magnífica, Reina. No solo la admiraron los millones de testigos que se reunieron noche tras noche a verla en vivo (parafraseando a los medios de comunicación modernos), sino también las transmisiones televisivas que se efectuaron del fenómeno Místico de Su Presencia, y las miles de fotografías tomadas por los visitantes. A diferencia de muchas otras apariciones, aquí no hubo mensajes ni videntes que reciban mensajes, sino que su Presencia física fue el mensaje: aquí está vuestra Madre Celestial, admírenme, ámenme, soy la Inmaculada Concepción, soy la Pastora de estos tiempos, parecía decir María desde la cúpula de la Iglesia de El Cairo. Qué mejor mensaje que ver a María presente, frente a todos nosotros?
La aparición dio inicio en 1968, el año de la muerte del Padre Pío de Pietralcina, también una época de avance del comunismo ateo en el mundo, según advirtió María en Fátima en 1917. Una época de fuertes tensiones bélicas en oriente medio.
El fenómeno Místico se extendió por más de un año. María se aparecía varias noches a la semana, variando los horarios, en algunos casos duraba minutos y en otras oportunidades muchas horas.
Inicialmente, la noche del 2 de abril de 1968, unas pocas personas se admiraron de ver a una mujer rodeada de un halo de luz, flotando sobre la cúpula circular de la Iglesia: unos trabajadores que estaban cerca del lugar, paseantes circunstanciales. Rápidamente, a medida que pasaban los días y se repetía el fenómeno, comenzó a acumularse una multitud creciente de Católicos, Musulmanes, gentes de todos los credos y razas.
Llegado un momento se agolpaban multitudes de hasta un cuarto de millón de personas por noche, que admiradas veían a nuestra Madre Celestial flotar sobre el techo de la Iglesia.
Transmisiones televisivas y fotografías que recorrieron los diarios de todo el mundo en aquella época, dieron testimonio de semejante obsequio Celestial.
Muchas veces precedido por el vuelo de palomas blancas, iluminadas, otras veces por destellos de luz, se producía la aparición de María, envuelta en luz, posada, flotando o caminando por encima de la cúpula circular de la Iglesia.
Muchas veces se la veía en posición de oración, otras veces bendecía a los asistentes, y en varias oportunidades se presentó con el Niño Jesús en sus brazos.
La multitud permanecía extasiada, no pudiendo reaccionar frente a semejante belleza. Las palomas describían círculos por encima de María, o formaban cruces en el cielo permaneciendo en posición estática, sin mover sus alas, y desapareciendo instantáneamente, del mismo modo que aparecían.
Muchas veces descendía una bruma sobre los asistentes, mientras en otras oportunidades todo el lugar fue invadido por un masivo perfume a incienso, descripto como si miles de incensarios se encendieran frente a la Iglesia del culto Ortodoxo, instantáneamente.
También otros fenómenos luminosos se producían durante las apariciones, como la iluminación de la Cruz de la Iglesia, o la presencia de una Cruz de Luz sobre María durante su aparición.
La tradición indica que en ese lugar se detuvo a descansar la Sagrada Familia, durante su huida a Egipto frente a la persecución desatada en Galilea contra los hijos primogénitos de aquellas épocas, persecución hecha contra el Niño Jesús y advertida por un llamado Celestial a María y José. Más allá de ello, María elige distintos lugares del mundo para sus apariciones, remarcando que todos somos hijos de Dios y de su Madre.
Debido a que la Iglesia sobre la que apareció María pertenece al Culto Cristiano Griego Ortodoxo, fueron sus autoridades quienes debieron discernir sobre la autenticidad de las apariciones.
Considerando lo masivo de las manifestaciones y la incalculable cantidad de gente que presenció el hecho (millones de personas, a lo largo de las muchas noches en que María se manifestó allí), la Iglesia Ortodoxa aprobó de forma plena el carácter sobrenatural y Divino del fenómeno.
Más allá de ello, María se presentó allí no solo para católicos ortodoxos, sino para todos sus hijos, como su Hijo Jesucristo se lo indicó claramente al Apóstol Juan, al pie de la Cruz.
La noticia dio la vuelta al globo, e invadió los noticieros y los diarios del mundo. Sin embargo, la falta de Fe y la tendencia a ubicar los hechos de Dios como una noticia más, dieron la espalda rápidamente a semejante manifestación de llamado celestial.
Como sabemos, los centímetros y páginas que se le asignan a una noticia califican la importancia del tema en la realidad cotidiana de los tiempos que vivimos.
¿Cómo poner a la Madre de Dios como una noticia más, que pasa por los titulares, y deja paso a otras noticias banales, sin cambiar nuestra forma de vivir o ver el mundo ?
Sin embargo, muchas personas que presenciaron el hecho, o que recibieron testimonio posterior, vieron la Presencia de María como un llamado desesperado a la Conversión, al regreso a la Vida en Dios.
Una vez más, el Cielo nos llama de este modo a creer en su Presencia cercana, en su llamado. Cada uno debe poner en el centro de su vida a Dios, desplazando todos los ídolos que nos han sido impuestos por la sociedad moderna: el dinero, los placeres, la comodidad, la seguridad, el egoísmo.
María, que recibe de la Santísima Trinidad la misión de llevarnos de la mano en estos tiempos perversos, se presenta como Madre desesperada por la insistencia de sus hijos en negar al Creador. Ella se esfuerza en mostrarnos el camino, ya que nuestra ceguera requiere un empujón Celestial, para volver a la senda que los Evangelios tan claramente nos marcaron: como Jesús nos enseñó con Su Muerte en la Cruz, estamos en esta vida para ganarnos la verdadera gracia de nuestro Padre: la vuelta a la Patria Celestial, la salvación de nuestras almas.
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