Del sitio Enciclopedia Católica:
En la Constitución Ineffabilis Deus de 8 de Diciembre de 1854, Pío IX pronunció y definió que la Santísima Virgen María "en el primer instante de su concepción, por singular privilegio y gracia concedidos por Dios, en vista de los méritos de Jesucristo, el Salvador del linaje humano, fue preservada de toda mancha de pecado original".
"La Santísima Virgen María..." El sujeto de esta inmunidad del pecado original es la persona de María en el momento de la creación de su alma y su infusión en el cuerpo.
"... en el primer instante de su concepción..." El término concepción no significa la concepción activa o generativa por parte de sus padres. Su cuerpo fue formado en el seno de la madre, y el padre tuvo la participación habitual en su formación. La cuestión no concierne a lo inmaculado de la actividad generativa de sus padres. Ni concierne tampoco absoluta y simplemente a la concepción pasiva (conceptio seminis carnis, inchoata), la cual, según el orden de la naturaleza, precede a la infusión del alma racional. La persona es verdaderamente concebida cuando el alma es creada e infundida en el cuerpo. María fue preservada de toda mancha de pecado original en el primer momento de su animación, y la gracia santificante le fue dada antes que el pecado pudiese hacer efecto en su alma.
"... fue preservada de toda mancha de pecado original..." La esencia formal activa del pecado original no fue removida de su alma como es removida de otros por el bautismo; fue excluida, nunca fue simultánea con la exclusión del pecado. El estado de santidad original, inocencia y justicia, como opuesto al pecado original, fue conferido sobre ella, por cuyo don cada mancha y falta, todas las emociones, pasiones y debilidades depravadas, esencialmente pertenecientes a su alma por el pecado original, fueron excluidas. Mas no fue eximida de las penas temporales de Adán -el dolor, las enfermedades corporales y la muerte.
"... por un singular privilegio y gracia concedidos por Dios, en vista de los méritos de Jesucristo, el Salvador del linaje humano". La inmunidad del pecado original fue dada a María por una singular exención de una ley universal por los mismos méritos de Cristo, mientras los demás hombres son limpiados del pecado por el bautismo. María necesitó la redención del Salvador para obtener esta exención y ser liberada de la necesidad y de la deuda (debitum) universal del estar sujeto al pecado original. La persona de María, por su origen de Adán, habría sido sujeto de pecado, pero, siendo la nueva Eva quien sería la madre del nuevo Adán, fue, por el eterno designio de Dios y por los méritos de Cristo, apartada de la ley general del pecado original. Su redención fue la verdadera obra maestra de la sabiduría redentora de Cristo. Es un redentor mayor quien paga la deuda en que no incurrió que quien paga después que ha caído en la deuda.
Este es el significado del término "Inmaculada Concepción".
PRUEBA DE LA ESCRITURA
Génesis 3:15
No es posible extraer de la Escritura pruebas directas o categoriales ni estrictas. Pero el primer pasaje escriturístico que contiene la promesa de la redención menciona también a la Madre del Redentor. La sentencia contra los primeros padres fue acompañada del Evangelio Primitivo (Proto-evangelium), que pone enemistad entre la serpiente y la mujer: "y Yo pondré enemistad entre ti y la mujer y su estirpe; ella (él) aplastará tu cabeza cuando tú aceches para morderle su talón" (Génesis 3:15). La traducción "ella" de la Vulgata es interpretativa; tiene su origen después del siglo IV, y no puede ser defendida críticamente. La consecuencia de la estirpe de la mujer, que aplastará la cabeza de la serpiente, es Cristo; la mujer es María. Dios puso enemistad entre Ella y Satán en el mismo modo y medida que hay enemistad entre Cristo y la estirpe de la serpiente. Que María fuese exaltada en el estado de su alma, es decir, en gracia santificante, significa la destrucción de la serpiente por el hombre. Sólo la continua unión de María con la gracia explica suficientemente la enemistad entre ella y Satán. El Proto-evangelium, por lo tanto, contiene en el texto original una promesa directa del Redentor. Y en unión con la manifestación de la obra maestra de Su Redención, la perfecta preservación de Su virginal Madre del pecado original.
Lucas 1:28
El saludo del ángel Gabriel -chaire kecharitomene, Salve, llena de gracia (Lucas 1:28) indica una única abundancia de gracia, un sobrenatural, agradable a Dios estado del alma, que encuentra explicación sólo en la Inmaculada Concepción de María. Pero el término kecharitomene (llena de gracia) sirve sólo como una ilustración, no como una prueba del dogma.
Otros textos
Desde los textos Proverbios 8 y Eclesiástico 24 (que exaltan la Sabiduría de Dios y que en la liturgia son aplicados a María, la más bella obra de la Sabiduría de Dios), o desde el Cantar de los Cantares (4:7, «Eres toda hermosa, amada mía, y no tienes ningún defecto») no se debe inducir una conclusión teológica. Estos pasajes, aplicados a la Madre de Dios, pueden ser entendidos por quienes conocen el privilegio de María, pero no sirven para probar dogmáticamente la doctrina y, por lo tanto, son omitidos por la Constitución «Ineffabilis Deus». Para el teólogo es materia de conciencia no adoptar una posición extrema para aplicar a una criatura textos que pueden denotar prerrogativas de Dios.
PRUEBAS DE LA TRADICIÓN
Respecto de la impecabilidad de María, los antiguos Padres son muy cautelosos: algunos de ellos parecen haber cometido algún error en esta materia.
Orígenes, aunque atribuyó a María altas prerrogativas espirituales, dice sin embargo que en el momento de la pasión de Cristo, la espada de la incredulidad atravesó el alma de María; que fue golpeada por el puñal de la duda; y que Cristo también murió por sus pecados (Orígenes, «In Luc. Hom. xvii).
Del mismo modo San Basilio escribe en el siglo IV: él vio en la espada, de que habló Simeón, la duda que atravesó el alma de María (Epístola 259).
San Juan Crisóstomo la acusó de ambición y de ponerse indebidamente a sí misma delante cuando habló de Jesús en Cafarnaúm (Mateo 12:46; Crisóstomo, Hom. xliv; cf. También «In Matt.», hom. iv).
Orígenes, aunque atribuyó a María altas prerrogativas espirituales, dice sin embargo que en el momento de la pasión de Cristo, la espada de la incredulidad atravesó el alma de María; que fue golpeada por el puñal de la duda; y que Cristo también murió por sus pecados (Orígenes, «In Luc. Hom. xvii).
Del mismo modo San Basilio escribe en el siglo IV: él vio en la espada, de que habló Simeón, la duda que atravesó el alma de María (Epístola 259).
San Juan Crisóstomo la acusó de ambición y de ponerse indebidamente a sí misma delante cuando habló de Jesús en Cafarnaúm (Mateo 12:46; Crisóstomo, Hom. xliv; cf. También «In Matt.», hom. iv).
Pero estas opiniones privadas dispersas sirven meramente para mostrar que la teología es una ciencia progresiva. Si tuviéramos que hacer caso de cuatro opiniones de toda la doctrina de los Padres sobre la santidad de la Santísima Virgen, las cuales incluyen particularmente la experiencia implícita de su inmaculada concepción, nos veríamos obligados a transcribir una multitud de pasajes. En el testimonio de los Padres hay que insistir en dos puntos sobre todo: su absoluta pureza y su posición como segunda Eva (cf. 1 Cor 15:22).
María como segunda Eva
ispersas sirven meramente para mostrar que la teología es una ciencia progresiva. Si tuviéramos que hacer caso de cuatro opiniones de toda la doctrina de los Padres sobre la santidad de la Santísima Virgen, las cuales incluyen particularmente la experiencia implícita de su inmaculada concepción, nos veríamos obligados a transcribir una multitud de pasajes. En el testimonio de los Padres hay que insistir en dos puntos sobre todo: su absoluta pureza y su posición como segunda Eva (cf. 1 Cor 15:22).
María como segunda Eva
Esta celebrada comparación entre Eva, por algún tiempo inmaculada e incorrupta -es decir, no sujeta al pecado original- y la Santísima Virgen es desarrollado por:
- Justino (Dialog. cum Tryphone, 100),
- Ireneo (Contra Haereses, III, xxii, 4),
- Tertuliano (De carne Christi, xvii),
- Julio Firmico Materno (De errore profan. relig., xxvi),
- Cirilo de Jerusalén (Catecheses, xii, 29),
- Epifanio (Haeres., ixxviii, 18),
- Teodoto de Ancyra (Or. in S. Deip., n. 11), y
- Sedulio (Carmen paschale, II, 28).
La absoluta pureza de María
- Los escritos patrísticos sobre la pureza de María abundan.
- Los Padres llaman a María el tabernáculo exento de profanación y de corrupción (Hipólito, «Ontt. in illud, Dominus pascit me»);
- Orígenes la llama digna de Dios, inmaculada del inmaculado, la más completa santidad, perfecta justicia, ni engañada por la persuasión de la serpiente, ni infectada con su venenoso aliento («Hom. i in diversa»);
- Ambrosio dice que es incorrupta, una virgen inmune por la gracia de toda mancha de pecado («Sermo» xxii in Ps. cxviii);
- Máximo de Turín la llama morada preparada para Cristo, no a causa del hábito del cuerpo, sino de la gracia original («Nom. viii de Natali Domini»);
- Teodoto de Ancyra la llamó virgen inocente, sin mancha, libre de culpabilidad, santa en el cuerpo y en el alma, un lirio primaveral entre espinas, incontaminada del mal de Eva ni se dio en ella comunión de luz con tinieblas, y, desde el momento en que nació, fue consagrada por Dios («Orat. in S. Dei Genitr.»).
- Refutando a Pelagio, San Agustín declara que todos los justos han conocido verdaderamente el pecado «excepto la Santa Virgen María, de quien, por el honor del Señor, yo no pondría en cuestión nada en lo que concierne al pecado» (De natura et gratia 36).
- María fue prenda de Cristo (Pedro Crisólogo, «Sermo cxi de Annunt. B. M. V.»);
- es evidente y notorio que fue pura desde la eternidad, exenta de todo defecto (Typicon S. Sabae);
- fue formada sin ninguna mancha (San Proclo, «Laudatio in S. Dei Gen. Ort.», I, 3);
- fue creada en una condición más sublime y gloriosa que cualquier otra criatura (Teodoro de Jerusalén en Mansi, XII, 1140);
- cuando la Virgen Madre de Dios nació de Ana, la naturaleza desafió anticipadamente el germen de gracia, pero quedó sin fruto (Juan Damasceno, «Hom. i in B. V. Nativ.», ii).
- Los Padres sirios nunca se cansaron de ensalzar la impecabilidad de María. San Efrén no consideró excesivos algunos términos de elogio para describir la excelencia de la gracia y santidad de María: «La Santísima Señora, Madre de Dios, la única pura en alma y cuerpo, la única que excede toda perfección de pureza, única morada de todas las gracias del más Santo Espíritu, y, por tanto, excediendo toda comparación incluso con las virtudes angélicas en pureza y santidad de alma y cuerpo... mi Señora santísima, purísima, sin corrupción, inviolada, prenda inmaculada de Aquel que se revistió con luz y prenda... flor inmarcesible, púrpura tejida por Dios, la solamente inmaculada» («Precationes ad Deiparam», in Opp. Graec. Lat., III, 524-37).
- Para San Efrén fue tan inocente como Eva antes de la caída, una virgen alejada de toda mancha de pecado, más santa que los serafines, sello del Espíritu Santo, semilla pura de Dios, por siempre intacta y sin mancha en cuerpo y en espíritu («Carmina Nisibena»).
- Santiago de Sarug dijo que «el mismo hecho de que Dios la eligió prueba que nadie fue nunca tan santa como María; si alguna mancha hubiese desfigurado su alma, si alguna otra virgen hubiese sido más pura y más santa, Dios la habría elegido y rechazado a María». Parece, por lo tanto, que si Santiago de Sarug hubiese tenido idea clara de la doctrina del pecado, habría sostenido que fue perfectamente pura de pecado original («la sentencia contra Adán y Eva») en la Anunciación.
San Juan Damasceno (Or. i Nativ. Deip., n. 2) considera que la influencia sobrenatural de Dios en la generación de María ha de ser extendida también a sus padres. Dice de ellos que durante la generación, fueron colmados y purificados por el Espíritu Santo y librados de la concupiscencia sexual. En consecuencia, según Damasceno, desde siempre el elemento humano de su origen, el material del cual fue formada, fue puro y santo. Esta opinión de una generación activa inmaculada y de santidad de la «conceptio carnis» fue censurada por algunos autores occidentales; fue argumentada por Pedro Comestor en su tratado contra San Bernardo y otros. Algunos escritores enseñaron que María nació de una virgen y que fue concebida de un modo milagroso cuando Joaquín y Ana se encontraron en la puerta dorada del templo (Trombelli, «Mari SS. Vita», Sect. V, ii; Summa aurea, II, 948. Cf. también las «Revelaciones» de Catalina Emmerich que contienen la leyenda apócrifa de la milagrosa concepción de María).
En este sumario aparece que la creencia en la inmunidad de María frente al pecado en su concepción prevaleció entre los Padres, especialmente en los de la Iglesia Griega. El carácter retórico, por lo tanto, de muchos de estos y similares pasajes nos previene de tendencias demasiado forzadas y de interpretaciones en un sentido estrictamente literal. Los Padres Griegos nunca discutieron formal o explícitamente la cuestión de la Inmaculada Concepción.
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