30 de noviembre de 2017

Nuestra Señora de San Juan de los Lagos

Los conquistadores españoles penetraron en la región por el año 1530; Pedro Almíndez Chirinos y Cristóbal de Oñate, capitanes al servicio de Nuño de Guzmán, conquistador español, encabezaron sendas expediciones por estas tierras. Diez años después tuvo lugar el alzamiento de las tribus caxcanes y tecuexes, que habitaban la región; los guerreros y sus familias se afortinaron en el peñón del mixtón, cerca de Nochistlán, pero fueron vencidos por las fuerzas de Cristóbal de Oñate, gobernador de nueva Galicia, y Don Antonio de Mendoza, Virrey de Nueva España.
Terminada la guerra, Fray Antonio de Segovia, Primer evangelizador de los tecuexes, encomendó a Fray Miguel de Bolonia el cuidado pastoral de estas tierras; Fray Miguel de Bolonia logró pacificar la región congregando a los errantes y refundando pueblos con indios ya cristianizados. A uno de esos pueblos, San Juan Bautista de Mezquititlán, donó una imagen de la Limpia Concepción que había adquirido en pátzcuaro.
En 1572 fue fundada la parroquia de los tecuexes con cabecera en Jalostotitlán; Incluía San Gaspar, San Juan, Mezquitic, San Miguel, Valle de Guadalupe, Cañadas y Pegueros; todos estos pueblos eran atendidos por los sacerdotes desde Jalostotitlán.
El primer Santuario de la Virgen de San Juan fue una ermita o pequeña capilla de paredes de adobe y techo de paja a un costado del hospital. Allí fue colocada la imagen dejada por los misioneros franciscanos en 1545 cuando llegaron a estas tierras anunciando la Buena Nueva del Evangelio de Jesucristo. La imagen de la Virgen de San Juan no era la imagen titular de la capilla, sino Juan Bautista. Con el paso de los años la pequeña imagen de la Virgen se fue deteriorando a causa del viento, sol, humedad y trato no delicado como correspondía a una escultura hecha de pasta de caña de maíz por los artesanos de Michoacán.
La imagen de la Inmaculada Concepción regalada por Fray Miguel de Bolonia, y después guardada en la sacristía porque se había deteriorado con el tiempo, fue adquiriendo fama a partir de 1623, fecha del primer milagro. Pasando por este pueblo, camino real para Guadalajara, un Volantinero estuvo cuatro o cinco días en compañía de su mujer y dos hijas a quienes enseñaba a volar y hacer pruebas sobre puntas de espadas para ejercitar en Guadalajara su oficio. En una de estas pruebas resbaló una de las hijas, y cayendo sobre las puntas de las espadas, se mató.
El asombro fue grande, y profunda la pena de sus padres. Amortajada la muchacha, la colocaron en la capilla para enterrarla. Juntándose muchos indios e indias para el entierro y viendo tan sentidos a sus padres por el fracaso, una india ya anciana llamada Ana Lucia, (que vió y conoció el sacerdote Juan Contreras el año de 1634) que entonces sería de ochenta años, les dijo, que se consolaran, que la CIHUAPILLI (que quiere decir la "gran señora" en lengua de los nativos) le daría vida a la niña. Entraron en la sacristía y de entre las imágenes tomaron a la Virgen de San Juan y la colocaron sobre el cuerpo sin vida de la niña difunta con toda fe y resolución. Después de un tiempo los presentes vieron bullirse y moverse la niña. Cortáronle a toda prisa las ligaduras de la mortaja, y la que estaba difunta, al punto se levantó buena y sana. Preguntándole a Ana Lucia qué Imagen era aquella tan prodigiosa, dijo: Que siendo su marido sacristán de aquel Hospital, ella madrugaba a barrerlo todos los días, y que cuando ella iba, ya esta Imagen estaba en la peana del altar, peana puesta por sí por los Angeles, y que ella la tomaba y la volvía a la Sacristía.
El volantinero agradecido les pidió a los indios que se la dejaran llevar a Guadalajara para mandarla aderezar, y la volvería con toda puntualidad. Concediéndole los indios, y la noche que llegó a la Ciudad, fueron a la puerta de la casa donde se hospedó, unos mancebos y preguntaron si había algo de pintura o escultura qué aderezar que ése era su oficio. El dijo que sí, que una imagen de un pueblo, llamado San Juan, traía para eso, y entregándosela esa noche, al día siguiente muy de mañana y tanto, que el dicho Volantín aun no se levantaba de su cama, se la entregó tan bien aderezada y compuesta como se ve hoy en día. Y enviándoles un recado agradecido, y ofreciéndoles remunerar su trabajo, y suplicándoles que le esperasen, no hallaron a nadie, ni pudieron hallarlos, ni razón de quiénes eran. Conque sin duda eran personas a quienes todas las noches son días, o mejor decir de las que vinieron aquél día que ni tiene, ni ha de tener noche, Ángeles sin duda eran, que vinieron a emplearse en el aderezo de la Imagen de aquella Señora a quien sirven en su persona en el Cielo, y en sus imágenes en la tierra.
El Volantinero gozoso del buen suceso, trajo la imagen milagrosa a San Juan, y contó a los indios la providencia del Cielo en su aderezo. Y desde entonces la pusieron en el Altar a donde se iba antes todas las noches y en cuya peana amanecía todos los días. Este parece que fue el primer milagro célebre de esta Santa Imagen, y sucedió, según dice el Lic. Juan de Contreras Fuerte: "once años antes del año de 1634, con que empezó a ser señalada en milagros desde el año de 1623"
Este es el milagroso principio de la celebridad de esta Santa Imagen.

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